Mussio Cárdenas Arellano /
* Bermúdez, el de la desaparición forzada, libre bajo fianza * No fue absuelto * Morena quiere la Fiscalía y Winckler se ampara * Eric Cisneros: privilegió a Bermúdez en prisión * No los liberan por razones jurídicas sino por complicidad política * Los desfiguros de Héctor Yunes * El Tortas ya la hizo * Síndica de Coatza exhibe al alcalde Carranza
Un instante en el poder y Cuitláhuac ya es amigable al hampa. Bermúdez, el de la desaparición forzada, el de la policía que levanta jóvenes y los entrega a criminales, el temido y siniestro Capitán Tormenta, ya está libre. Y así Audirac y Valencia, acusados del saqueo a Veracruz, del desvío y el robo brutal. Nadie sentenciado, todos bajo fianza, pero libres. Y así, en cosa de horas, se muestra la Cuarta Transformación.
Unas horas y su gobierno ya rebota. Lo sacude la duda y la sospecha, el alarde y la estridencia verbal, los desfogues de soberbia del nuevo gobernador advirtiendo que con chasquear los dedos sometería al yunismo a la ley.
Y eso pregonaba don Cuitláhuac García Jiménez cuando se encontró con la fuga virtual de la pandilla duartista de la cárcel más célebre que tiene Veracruz.
De Pacho Viejo salió Arturo Bermúdez Zurita, no absuelto, no limpio, sino para proseguir su juicio en libertad bajo fianza. Pero salió.
De Pacho Viejo, la prisión que tácitamente alojó al gobierno duartista de dos años para acá, se vio salir a Mauricio Audirac, el ex secretario de Finanzas de Javier Duarte, uno de los que movían los dineros que el ex gobernador se llevó.
Abandonó Pacho Viejo el intragable Paco Grasa —léase Francisco Antonio Valencia Hernández—, acusado de desviar 450 millones de pesos de la Comisión de Aguas del Estado de Veracruz, y le quedaron pendientes los que hizo de noche en la Secretaría de Infraestructura y Obras Públicas.
No en el yunismo sino en la era Cuitláhuac, salen de prisión los duartistas.
Uno, Bermúdez, por los crímenes de su policía asesina, que acataba puntualmente la política de represión y tortura de Javier Duarte.
Al quinto día del gobierno de Morena, Bermúdez deja Pacho Viejo. Detona así el primer escándalo del gobierno de la Cuarta Simulación.
Bermúdez se va a disfrutar la libertad. Sigue sujeto a proceso. Paga fianza de un millón de pesos, debiendo firmar el libro de reclusos. Pero libre. Libre cuando Cuitláhuac ya es gobernador.
Deja Pacho Viejo y aquello es un insulto. Sonríe y ríe. Traspone las puertas del penal y escucha el canto de los dementes, las porras y los vivas de iguales o peores que él, una horda de lacayos que lo recibe como el antihéroe que siempre fue.
“Voy a retomar mi vida”, dice Bermúdez como si su vida fuera algo ejemplar.
“Viva Arturo Bermúdez”, se oye exclamar, frenético, a Edmundo Martínez Zaleta, ex director de Tránsito en los días del duartismo bestiales, cuya esposa apareciera en las nóminas del IPAX.
“¿Qué le dice a familiares de desaparecidos que lo incriminan y lo señalan?”, le suelta, agudo, punzante, puntiagudo, un reportero.
“Que creo en la justicia, y hoy se está haciendo justicia”, evade el ex secretario de Seguridad.
Qué falsedad. Bermúdez no cree en la justicia; la viola. Y hoy no se está haciendo justicia; hoy se está provocando impunidad.
Lo flanquean otros iguales. Lo acuerpan familiares que servían de pantalla en su enriquecimiento, en las mansiones de Woodlands, Texas, en los negocios de seguridad, y las inmobiliarias, y el desarrollo turístico en la Riviera Maya. Esas lacras son las que lo aclaman.
A su espalda, como si recordara sus días en la policía federal, o como jefe de Interpol México, Rodolfo de la Guardia García, el que no sabe un gramo de penal y cuya fama se divide entre la defensa de criminales de cuello blanco y sus días recluido en una prisión por detentar una fortuna —y una colección de relojes—, que sólo se da cuando los narcos son cuates.
Hoy su clientela es lo más granado de la putrefacción: de un Tony Macías, el “suegro incómodo”, a un Arturo Bermúdez.
Libres los duartistas, el huracán sacude a Cuitláhuac García. Lo que no ocurrió en el yunismo, le sucede al gobernador de Morena.
Libre la pandilla —los del saqueo y el de la desaparición forzada—, la reacción social es una condena implacable. Bermúdez libre equivale a vulgar impunidad. Bermúdez libre desnuda la relación Morena-PRI, los días de campaña, la operación electoral del duartismo para fracturar al ex gobernador Miguel Ángel Yunes Linares y el sueño de heredarle la gubernatura a su hijo mayor.
Al quinto día de gobierno, Cuitláhuac García es azotado por un vendaval, la repulsa total.
Horas después de ver al siniestro Bermúdez libre, da la cara Cuitláhuac y el espectáculo es peor. Quien lo hizo hablar, lo mató. Quien le construyó el texto en el que se deslinda de la libertad de Bermúdez, lo pulverizó.
Es la conferencia de prensa más insólita de la historia. Cuitláhuac al frente, el secretario de Gobierno, Eric Cisneros, atrás. Cuitláhuac leyendo mal un mal guión, y Eric atrás. Cuitláhuac hilando a medias las palabras, temblándoles las corvas, trasluciendo el nervio, vibrando la voz, insignificante y mediocre, y Eric atrás.
Su argumento es un mamotreto descomunal: que Yunes y Winckler pactaron con Javier Duarte. Y así saldrían los duartistas de prisión. Y a cambio de la entrega de casas y ranchos, se extinguiría la acción penal. Y que todo fue show. Y que hay audios que los incriminan. Y que el fin de todos los fines es acusar al gobernador de Morena de liberar duartistas.
(Los audios, por si el gobernador no lo sabe, si no se obtuvieron con orden de un juez, carecen de valor jurídico, son prueba ilegal).
Cuitláhuac y Eric salen maltrechos de su encuentro con la prensa. Como puede, Cuitláhuac lee el texto y se despide. Esta vez, dice, no responderá preguntas. Y emprende la huida.
Jorge Winckler, el fiscal del yunismo, le sale al paso. Al duartismo, dice Winckler, lo libera un tribunal federal que ve como algo menor la desaparición forzada. Al Bermúdez lo favorece un fallo que la juez del fuero común acata. La Fiscalía, apunta, impugnará el fallo en el plazo de ley.
Y Winckler embiste: el gobernador miente. La desaparición forzada no sólo es delito grave sino gravísimo. Pero los magistrados federales estiman que no.
Winckler, el empleado de Yunes, el que le toma fotos o video de rodillas, el que desdeña a la prensa, o se burla de ella y se gana la condena general, lanza otra acusación: Eric Cisneros violó la ley al darle privilegios a Bermúdez en el penal de Pacho Viejo. Y eso es delito.
Urge que Winckler se vaya. Antes que reviente a Eric Cisneros, debe irse. Urge un fiscal carnal.
Hasta entonces atizaba Morena en el Congreso los juicios políticos contra Winckler para destituirlo. Pero el procedimiento es largo y terminaría con una cadena de amparos del fiscal.
De ahí que Morena tomara el atajo de la ley a conveniencia. O el traje a la medida. Como lo que hacía la mafia del poder antes de que Andrés Manuel López Obrador decidiera cogobernar con la minoría rapaz y los hijos de la corrupción.
Con el voto de su mayoría y dos diputadas del PAN, Morena aprueba la reforma a la Ley Orgánica de la Fiscalía de Veracruz, arrogándose el derecho a deponer al fiscal en turno.
Winckler se ampara. Ninguna ley es retroactiva. Y si no hay causa grave, no se le puede retirar.
Quinto día de gobierno y Cuitláhuac García vive una crisis insólita, el mensaje de impunidad.
Intragable su versión de que Yunes y los duartistas montaron un show. Con Yunes Linares, la banda delincuencial de Javier Duarte corría y huía, devolvía bienes robados a Veracruz, aportaba información para localizar al ex gobernador, entonces a salto de mata. Y Cuitláhuac callaba.
Con Yunes, los capos del duartismo buscaron la complicidad del PRI. Tarek Abdala y Alberto Silva se escondían bajo las enaguas del fuero de diputado federal. Y mientras, Cuitláhuac callaba.
Siendo gobernador Yunes, tanto Bermúdez como sus policías lograron amparos que les concedían jueces federales, pero Winckler los atajó esgrimiendo que debían permanecer en prisión por intentar sustraerse a la acción de la justicia. Y siguieron tras las rejas.
Con Yunes, el duartismo huía y se rendía. O aportaba información para ubicar a Javier Duarte y traerlo a México para ser juzgado.
Cuitláhuac, en cambio, los premia. Su gobierno da cabida a duartistas y fidelistas, los Nachón, los Landa, los Chagra, y antes se incrustaron en ayuntamientos de Morena donde comienzan a robar.
Bermúdez y otros duartistas no andan libres por razones jurídicas sino por complicidad política, por por el compromisos de Morena y los grupos priístas que vuelven por el poder.
Libre, Bermúdez es un riesgo de vida —o de muerte— para las madres y hermanos de los miles de desaparecidos, para la familia del cantante Gibrán, para los testigos del levantón, tortura, asesinato de 19 personas, seis reconocidos, 13 de los que no se volvió a saber, y que permitió acreditar que Capitán Tormenta y su flota hicieron de la violación a la ley una política de estado.
Quiéralo o no, sobre Cuitláhuac García pesa la liberación de duartistas.
Y sólo lleva una semana en el poder.
Archivo muerto
Enésimo oso de Héctor Yunes Landa. Llegó al evento de Andrés Manuel López Obrador, en Xalapa, este 2 de diciembre, imaginando que compartiría el escenario. Un tipo lo paró. Alegó que era invitado de Cuitláhuac García. Lo mandaron al diablo. Insistió. Lo volvieron a batear. Pretendió treparse olvidando sus denuestos y sus réplicas a López Obrador, sus textos en que vapuleaba a Morena, los días en que reclamaba que se agandallaran todo el poder. Habrá pensado el rollero diputado, hijo político de Javier Duarte, que alguien lo habría tomado en serio con aquellos llamados al hoy Presidente y al hoy gobernador de Veracruz, asumiéndose como el interlocutor ideal. Habrá olvidado Héctor Yunes cuando en la campaña de 2016 acusó en abierto, en público, filoso, con veneno de crótalo, que Cuitláhuac García, entonces candidato de Morena al gobierno de Veracruz, recibía financiamiento de Javier Duarte y que iba por las maletas de dinero a Casa Veracruz. Al pie del estrado, alegaba Héctor Yunes y fue desoído. Y por más que insistió, le dijeron que no. Y se fue. Dos días después, en ropa informal, en tenis, como si lo vistiera Cristian Pior, volvió a palacio de gobierno y Cuitláhuac lo recibió. Comenzó por aclarar que lo de las maletas de dinero eran sólo ganas de joder. Y ambos, como buenos hijos de Javier Duarte, decidieron asumir que si se trata de hundir a Veracruz, se la llevan en paz. El cinismo político lo puede todo… Al “Tortas” le va bien. Ya es subdirector de Recursos Materiales del Congreso de Veracruz. Al “Tortas” —Enrique Navarro— lo impone su mentor, Marcelo Montiel Montiel, cobrando así una fracción de la factura política que le debe Morena por su operación en la elección del 1 de julio cuando el marcelismo, o lo que queda de él, se volcó a operar por Andrés Manuel López Obrador, por Cuitláhuac García Jiménez y por las paniaguadas candidatas a diputadas de pésimo perfil y peor capacidad. En el sigilo, como aquí se reveló, Marcelo Montiel y Juan Javier Gómez Cazarín tenían sus encuentros cercanos en la residencia del ex alcalde de Coatzacoalcos, situada sobre la avenida 20 de Noviembre, en Xalapa, fraguando qué hacer y cómo asaltar el Congreso de Veracruz. Una vez ungido Gómez Cazarín como líder de Morena en el Congreso y presidente de la Junta de Coordinación Política, llegó la imposición. Kike Navarro, con quien Gómez Cazarín aparece en fotografías en la red social Facebook, sonrientes y fraternos, ascendió a la Subdirección de Recursos Materiales de la Legislatura. De chofer brincó a secretario privado de Marcelo, cercanísimo a una diputada de ida y vuelta, y ahora a funcionario del Congreso. Morena a los pies de Marcelo… Por las manos de Yazmín no pasa ni el presupuesto, ni el crédito, ni lo más delicado de la hacienda municipal. Dice la síndica de Coatzacoalcos, Yazmín Martínez Irigoyen, que la Comisión de Hacienda ha sido vulnerada, que hay funcionarios infiltrados, o tolerados, o incrustados para opinar y decidir. Y el alcalde Víctor Manuel Carranza los deja actuar. Por sus manos no pasó el proyecto de presupuesto para 2019. No conoció y finalmente no avaló el crédito de 70 millones de pesos para saldar salarios, aguinaldos y prestaciones laborales, que evidencia un desastre en las finanzas municipales, las “finanzas sanas” con las que sueña el alcalde Carranza. Rehén de un grupo faccioso, los amigos del Clan de la Succión, los peones de Iván Hillman y Mariano Moreno, el alcalde Víctor Carranza es un cero a la izquierda, sin mando, sin brújula, extraviado en el mundo de la ilusión. Su ayuntamiento se cuartea, se desgrana, se hunde sin advertir que el tiempo de rendir cuentas y enfrentar a la ley, llegará…
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