Arturo Reyes Isidoro / El Jefe manda, y si se equivoca vuelve a mandar, fue un dicho con plena vigencia en los tiempos de esplendor del priismo en el país.
Reflejaba la soberbia con la que se condujeron los gobernantes tricolores en el siglo pasado, engreídos por el enorme poder que tuvieron. Se creían dioses y que nunca se equivocaban.
Nunca, en aras de conectar con su pueblo, se condujeron con humildad para reconocer sus errores y corregirlos.
En consecuencia, tampoco estuvieron dispuestos a completar el dicho para que dijera el Jefe manda y si se equivoca lo reconoce y rectifica.
Un incidente ocurrido el domingo pasado puso a prueba al gobernador entrante Cuitláhuac García y su respuesta fue alentadora.
Resulta que al acto que encabezó el presidente Andrés Manuel López Obrador en el centro histórico de Xalapa, operadores de Morena les bloquearon el paso a dos diputados que habían sido invitados para estar presentes.
Héctor Yunes Landa del PRI y Mariana Dunyaska del PAN sufrieron la descortesía por parte de oficiosos –eso creo– que nunca faltan, quienes además seguramente por inexperiencia política confundieron un acto de gobierno con un acto de partido.
Mariana llevaba incluso la representación de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, de una institución no de su partido, de uno de los Poderes constituidos.
Se trataba de un acto de Gobierno, no un mitin de Morena, con un presidente que gobierna para todos los mexicanos y que está obligado a respetar a las instituciones.
Acabado de suceder el hecho trascendió porque se subieron fotos a las redes sociales dando cuenta del incidente, incluso con críticas a Yunes Landa cuando no se sabían detalles del caso.
Fue el mismo legislador priista quien reaccionó en las mismas redes defendiéndose, diciendo que había sido invitado y que por eso había asistido.
Hasta ahí pudo haber quedado todo, pero quizá para sorpresa del propio Héctor y cuando no se lo esperaba, el nuevo gobernador lo llamó para aclarar lo sucedido y de paso invitarlo a tomarse un café en su oficina.
Eso se supo porque el priista dio cuenta de ello en las redes sociales y en un escueto boletín de prensa, que acompañó con fotos para que no quedara duda.
“Acudí como obliga la civilidad pero sobre todo como demanda la dura crisis que enfrenta nuestro querido estado. Ser oposición no implica ser obstáculo, menos aún, destrucción”, manifestó.
Acudió y presto, no se lo tuvo que decir Cuitláhuac dos veces, vivillo como es el diputado, quien le ha de haber respondido: sí señor, a sus órdenes, en este momento estoy con usted, lo que se deduce porque en la foto se ve vestido informalmente, incluso calzando tenis cuando es muy propio para vestir, a menos que ya también piense vestir como moreno.
Lo relevante es que con humildad Cuitláhuac sacó la cara por sus bisoños colaboradores y no tuvo empacho en reconocer el error y corregirlo. “Asunto cerrado”, dijo Yunes Landa. También se reunió con la diputada Dunyaska.
Pudieron haber sido colaboradores de López Obrador los que actuaron mal, pero al final lo que importa es que el gobernador de Veracruz dio la explicación necesaria a los diputados, que se la merecían.
Digo que es esperanzadora la actitud de Cuitláhuac porque su actuación concita a la unidad, que tanto se requiere.
Ayer mismo, al referirse a su reunión con los diputados de oposición dijo fue para reiterarles que “nosotros no vamos por venganzas” y ofreció que les va a dar su lugar porque se trata de una relación institucional.
Como en los tiempos de Echeverría
Para quienes vivimos aquellos tiempos nos resulta imposible no recordar el gobierno de Luis Echeverría viendo algunos detalles del recién estrenado gobierno de Andrés Manuel López Obrador.
En aquellos años (1970-1976) destacó la esposa de Echeverría, “La compañera” María Esther Zuno, quien optó por vestir con trajes regionales de los estados del país.
Así, se convirtió en moda que en las recepciones en el Palacio Nacional se viera a las esposas de funcionarios vestidas de jarochas, de tehuanas, de chinas poblanas, etc., aunque a veces se vieran ridículas.
Pero también, se dio paso a la comida regional en los banquetes donde a las finas y caras bebidas se les sustituyó por horchata, agua de chía, de limón, de jamaica y de todas las frutas de temporada.
La columnista de sociales de El Financiero, Lourdes Mendoza, fue invitada a la comida que se ofreció a los dignatarios que vinieron a la asunción de Andrés Manuel López Obrador como presidente y registró que, por ejemplo, se sirvió una crema de huitlacoche, o sea, adiós a los carísimos platillos.
Y se quejó: “El único pero fue que, por la austeridad de la 4T, no hubo bebidas alcohólicas, vamos, ni una copita de vino ni de sidra para brindar, ni tampoco refrescos, sólo agua de jamaica y de limón”. Y publicó la foto de su mesa donde se ven los vasos con esas bebidas.
La austeridad, pues, en serio, lo que hace pensar que en Veracruz Cuitláhuac García no desentonará y si es que llega a hacer algún convivio será a base de antojitos de Rinconada, por ejemplo, y de aguas de frutas de la región.
Que de por sí su comportamiento dista de sus antecesores priistas que como Javier Duarte pagaban cuentas de hasta 40 mil pesos en una comida en el Cacharrito de Veracruz, mientras que el actual pasa a comer en Úrsulo Galván a la casa de Leo Herrera carne asada, longaniza, frijoles y tortillas, todo por cierto muy rico.
Se acabó el “chayote”
Algo que me llamó la atención fue que en su mensaje la madrugada del 1 de diciembre en la Plaza Lerdo, luego de que había rendido protesta como Gobernador Constitucional, Cuitláhuac dijo con un lenguaje llano, que todo quien tiene que ver con medios de comunicación entiende; con un lenguaje crudo si se quiere, como no se había atrevido a hacerlo antes ningún antecesor suyo, de llamar las cosas por su nombre: “A los periodistas no voy a presionarlos ni a tirarles línea. No habrá ‘chayote’”.
En consecuencia, se comprometió a que ante una crítica no solicitará el derecho de réplica, pues con “hechos haremos valer la verdad y rectificaremos cuando la crítica constructiva nos haga sus observaciones ante nuestros errores”.
Retén con dedicatoria
El fiscal Jorge Winckler ya debe estar más que convencido a esta hora de que el gobierno de Morena va en serio en su contra.
El primer aviso-calambre lo tuvo al salir de una reunión en el Palacio de Gobierno cuando su camioneta y los vehículos de sus escoltas fueron detenidos por un retén de la Secretaría de Seguridad Pública para someterlos a “revisión”.
Se supo que antes habían prohibido el paso al Palacio a los agentes que lo acompañan. Lo curioso es que en las fotos que circulan solo se ve su convoy, es decir, fue un retén montado a modo con dedicatoria personal para él.
Me recordó los retenes que el gobierno yunista montaba exactamente a la salida de la Plaza Ánimas donde hay un famoso barecito para jóvenes, un retén para atrapar a los muchachos quienes aunque no hubieran consumido bebidas alcohólicas los infraccionaban bajo el pretexto de que venían “tomados”. Ahora se la aplicaron a Winckler. Pero se aferra a no irse. Cualquier día va a ocupar la celda que está a punto de dejar Luis Ángel Bravo Contreras.
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