La ilusión viaja en tranvía es una película de Luis Buñuel filmada en 1954; la menos premiada, la que no ganó en los festivales internacionales, pero que se quedó en el corazón de los cinéfilos. En ella aparece Lilia Prado, quien dos años atrás filmó con Buñuel Subida al cielo, película nominada para el Gran Premio en el Festival de Canes. Las dos películas, por cierto, tienen que ver con el transporte, con transitar, con avanzar. Veracruz dentro de unos días se subirá a un nuevo tranvía, al tranvía del cambio. Todos quieren subirse al carro, pero no todos caben. Otros, que ya se han dado cuenta quién es el conductor, mejor se quedan abajo y esperan el siguiente transporte.
Cuitláhuac García, el conductor, no sabe manejar, no sabe conducirse, no sabe lo que es gobernar. Y Veracruz no está para que el señor aprenda en el camino, porque en una de esas, antes de que aprenda, ya nos descarriló. La gran mayoría confía en que, así como Andrés Manuel lo condujo a la victoria, asimismo AMLO lo gobierne y nos gobierne. Pero según como van las cosas, andamos en el desamparo. Muchos nombres de quienes lo acompañan en su gabinete preocupan. Pero eso podría ser lo de menos, el problema principal es la conducción del tranvía. Cuitláhuac García ha despertado muchas expectativas, muchas ilusiones.
Los empresarios creen que el primero de diciembre de 2018 ya les van a depositar en sus cuentas lo que exigen al gobierno del estado; lo que tienen hambre creen que la mañana del sábado primero de diciembre ya va a haber comida en su mesa; los desempleados creen que apenas tome posesión Cuitláhuac obtendrán empleo; los periodistas, que ya tienen escaldada la lengua de tanto lamer, creen que los convenios les van llover como en el día de San Juan. Ni duda cabe, en Veracruz, la ilusión viaja en tranvía.
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