Ernesto Villanueva / La censura en sus diversas formas es tan de antigua data como la libertad de expresión. Ha habido- lo sigue habiendo- una tensión entre la libertad de expresión- y su vertiente libertad de informar sobre asuntos de interés público- y las restricciones para que datos y opiniones no salgan a la luz pública bajo argumentos razonables y sin ellos. En México es conocida la expresión del ex presidente José López Portillo “no pago para que me peguen” como si los recursos públicos fueran del primer mandatario; es decir, el primer servidor de la gente, los mandantes. De ahí la censura ha ido adquiriendo formas más sofisticadas.
Así, por ejemplo, Proceso durante muchos años no ha recibido publicidad gubernamental, pero tampoco privada a pesar de cumplir religiosamente con los criterios de mercado relativos a su difusión, público objetivo y todo lo que una empresa privada requiere para asignar pautas de publicidad, salvo uno y muy grande: la probable inclusión del potencial anunciante en la lista negra del gobierno con todo lo que ello implique: auditorías, discriminación en licitaciones y un largo etcétera. Así, han sido más grandes los disuasivos que los incentivos para anunciarse en Proceso. Lo que no se había visto- o por lo menos no lo había visto yo- es el bochornoso caso de BBVA Bancomer y su agencia publicitaria Mindharse (Forbes lo retoma y no deja lugar a interpretaciones https://www.forbes.com.mx/sdpnoticias-dice-que-bbva-bancomer-le-quito-publicidad-pero-el-banco-lo-niega/) en su incursión fallida en el ejercicio de la censura editorial. No pasó a mayores- al menos por ahora y con este caso- por la denuncia pública del medio y la solidaridad gremial y ciudadana al margen de filias y fobias.
El precedente, empero, está ahí con lo que puede significar. Se sabe que el gobierno federal va a reducir sustancialmente su pauta publicitaria (lo que he dicho que es correcto porque ha habido un abuso de los recursos públicos para fines ajenos al público) y los medios con audiencia deben buscar anunciantes privados como pasa en todo el mundo. El problema es que ese camino que se veía sano y adecuado está presentando efectos que nadie había previsto. ¿Pueden los anunciantes privados hacer lo que les plazca con su pauta publicitaria en los medios? No hay una respuesta unívoca porque el caso de SDP Noticias no se había dado tan claro como lo detalla Forbes. No obstante, la respuesta correcta es que no.
Y no es mi postura personal sobre el tema. Si se tomen en cuenta los precedentes jurisprudenciales y de las relatorías de la ONU y de la OEA hay un reiterado reconocimiento a la libertad de expresión como “piedra angular de la democracia” nada más y nada menos. A mayor abundamiento, al revisar los códigos de ética y de conducta de las asociaciones de agencia de publicidad en la experiencia comparada hay dos puntos coincidentes: a) la obligación de respetar los derechos humanos y b) Respetar ampliamente las leyes y las consideraciones de la sociedad. La Asociación Japonesa de Agencias de Publicidad es muy clara en estos aspectos al igual que la australiana y la norteamericana. A contrario sensu, sería no sólo eventualmente ilegal que los poderes de facto decidan qué noticias puede recibir el público y cuales no porque se lastimaría con ello dos derechos humanos básicos: la libertad de expresión y el derecho a la información y, por ello, el interés público.
Puedo entender que las empresas privadas no inviertan en publicidad en medios sin público, pero es inaceptable que condicionen el ejercicio del poder económico que tiene a la configuración de los modelos editoriales en perjuicio de la sociedad entera. El tema, por desgracia, no tiene fines de análisis académico, sino de una realidad aquí y ahora que, si no se toman las medidas que el caso amerita por parte de anunciantes, medios, agencias de publicidad, periodistas y el gobierno, los poderes fácticos – de los que tanto se ha hablado pero ahora con evidencias en la mano que muestran su fuerza y su interés- serán los censores que no deberíamos permitir por el bien de todos.
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