A propósito de las últimas noticias sobre el comportamiento negativo de algunos mexicanos frente a las caravanas de migrantes centroamericanos que buscan llegar a los Estados Unidos, traemos a la mesa las palabras que la periodista Gabriela Warkentin plasmó en su columna para el periódico El País y que tituló: De migrantes, fifís y otras crispaciones: «No, los migrantes centroamericanos no nos hicieron xenófobos, solo evidenciaron las pulsiones ya latentes en una sociedad inequitativa, recelosa y sorprendida».
En este espacio ya le hemos informado sobre las actitudes racistas, aunque ellos dicen que no lo son, de los habitantes e incluso del alcalde la ciudad de Tijuana, lugar que será la última parada de los migrantes en nuestro país para después cruzar a la unión americana. La periodista destaca también que, con estas actitudes xenófobas, los esfuerzos de los miles de ciudadanos que trabajan en ayudar a los migrantes quedan ensombrecidos; «Ese virulento temor a la otredad opaca, incluso, los buenos esfuerzos de ciudadanos e instituciones que se han volcado en solidaridad y apoyo a los andantes», escribe en su columna.
En México, la discriminación es el pan de todos los días, se discrimina por el color de piel, por el origen étnico, por la orientación sexual y por muchas cosas más, pero algo que no habíamos visto hasta el momento, al menos no estas proporciones, son los niveles de xenofobia que podemos alcanzar como país. Las palabras de la periodista se quedan en la mesa para la reflexión y para invitarnos a no caer el comportamiento que tanto hemos criticado a los vecinos del norte.
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