Sin embargo, están equivocados. Es muy cierto que han llegado al poder por voluntad popular debidamente legitima, no obstante, la soberanía descansa precisamente en el pueblo. En otras palabras, en las democracias, los que gobiernan son los que conforman el pueblo. El pueblo pone y el pueblo quita, el pueblo premia y el pueblo castiga.
Así que sería bueno que todos aquellos servidores públicos, incluidos los diputados y senadores, recordaran su responsabilidad con el pueblo. Los nuevos servidores deben dejar atrás los vicios que tanto han dañado al país: los cochupos, las componendas, los trastupijes y transas, deben de ser erradicados de los palacios federales, estatales y municipales, y sobre todo, donde se hacen las leyes. Ojalá y en verdad la nueva clase política llegue a servir al pueblo y no a servirse de ellos.