Puede usted imaginarse por un momento que en lugar de ganar la presidencia AMLO, la hubiera ganado José Antonio Meade Kuribreña. En estos momentos la Reforma Educativa estaría más sólida que nunca y la construcción del aeropuerto de Texcoco estaría a todo lo que da. Seguramente tendríamos hasta en la sopa la presencia de Aurelio Nuño Mayer, quien sería considerado el artífice de la victoria. Pero afortunadamente, eso no pasó. El PRI y su candidato, junto con sus aliados, en estos momentos se encuentran en el sótano de las preferencias electorales. Lo que ahora corresponde es hacer cuentas.
Es necesario que el nuevo gobierno fiscalice el uso de los recursos que se dilapidaron en promocionar la Reforma Educativa. Se sabe que la Secretaría de Educación Pública (SEP), encabezada por Aurelio Nuño Mayer, gastó entre 2013 y 2017 un total de cuatro mil 443 millones de pesos en promover la Reforma Educativa. Es cierto que debe haber conciliación, pero tampoco debe haber complicidades e impunidad. Aurelio Nuño Mayer merece ser investigado.
Es más, la propia Auditoría Superior de la Federación (ASF) ha documentado subejercicios en el programa de desarrollo profesional docente: en 2014 fue de 12 por ciento, en 2016 fue de 63.7 por ciento y en 2017 fue de 66 por ciento. Es una verdadera lástima y desperdicio, ya que todos esos recursos se habrán ido al bote de la basura. La Reforma Educativa, herencia maldita de Enrique Peña Nieto, no entra en los planes del próximo presidente de la República.
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