Juan David Castilla Arcos / Xalapa, Ver. La sombra de la muerte ha hecho estragos en las familias mexicanas, ha traído luto y dolor en los hogares, ha sembrado desconfianza en las personas y en las instituciones. La violencia ha cobrado muchas víctimas y no podemos acostumbrarnos a ello, expresó el vocero de la Arquidiócesis de Xalapa, José Manuel Suazo Reyes.
El presbítero recordó que los días 01 y 02 de noviembre se celebran en la Iglesia Católica dos grandes festividades. El día primero de noviembre es la solemnidad de Todos los Santos y el día 2 de noviembre se recuerda a todos los fieles difuntos.
«Son días de oración, de reflexión y de meditación sobre dos aspectos de la vida cristiana muy importantes: el primero es el tema de la santidad, el segundo es el misterio de la muerte», se lee en un comunicado.
Además, subrayó que la oración cristiana por los difuntos es para celebrar la victoria de Cristo sobre la muerte.
«Cristo ha resucitado, la muerte ya fue vencida por él y la luz de la resurrección debe ser la luz que guie nuestras vidas, debe transformar las lágrimas en gozo y acabar con el odio y la violencia; con los deseos de venganza y con todos los signos de muerte que merodean nuestro país».
Subrayó que la conmemoración de los difuntos es un día en que se recuerda a aquellos que físicamente ya no están entre porque ya han muerto.
«La oración que hacemos por ellos, como también nos enseña la Sagrada Escritura, es para suplicar la misericordia divina por ellos; para que Dios perdone todas sus culpas y los pecados que en vida no hayan podido reconciliar (Cfr. 2 Mac 12, 45)».
Y es que humanamente hablando la llegada de la muerte pasa por la experiencia amarga del dolor, del llanto, del luto, de la tristeza, de la sensación de la oscuridad; sin embargo, en medio del túnel de esa experiencia, la fe permite contemplar la luz de la Gloria divina manifestada en la resurrección de Cristo.
«Pues para los que creemos en él, la muerte es un paso obligado para encontrarnos con Dios. Pues nada escapa a los designios divinos, como dice la Sagrada Escritura, “en la vida y en la muerte somos del Señor” (Rom 14, 8). “Nada nos separará del amor de Dios, ni siquiera la muerte” (Rom 8, 39). Además, vista desde la fe, la muerte es otra manera de participar de la pasión de Cristo. Cristo, siendo Hijo de Dios, experimentó la muerte, por lo tanto, cuando morimos, participamos de su misma muerte, porque esperamos también participar de su resurrección», resaltó Suazo Reyes.
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