Édgar Landa Hernández / Son poco más de dos lustros que le conozco. Lo conocí aun siendo él un jovenzuelo que conducía un taxi. Frecuentemente llegaba a mi taller automotriz y alcanzamos a entablar una amistad, no tan sólo con él, sino con sus otros dos hermanos. ¡Que hasta la fecha perdura!
Algunas veces, solía charlar acerca de sus sueños, de sus primeras incursiones en las letras a través de sus textos que publicaba cada ocho días en su columna “viernes contemporáneo” en el vocero de la provincia, como se le denomina a Diario de Xalapa.
Yo lo seguía tímidamente, tiempo después me enteré que escribía un libro que se llamaría “la muerte del autor” en el año de 1996“, posteriormente “muestra narrativa” en 1997, y en 1998 llegó con su obra “la noche que murió Rivers Phoenix”. Luego me llené de alegría cuando se le otorgó el premio nacional de periodismo. Era en ese entonces el año del 2013.
Su forma de escribir es parsimoniosa, conjuga la realidad con la ficción, atrapa desde sus primeras letras y cautiva con sus historias. Su rostro pareciera que no sonríe, pero lo disimula. Habla tal cual son las cosas, es la verdad su acompañante. Acompañarlo en su taller literario del programa fomento a la lectura, que se efectúa cada jueves en la quinta de las rosas
Es aprender aún más de su extenso conocimiento en torno a la literatura.es recorrer los viajes fantásticos a través de las diversas obras que nos comparte en las lecturas que efectúa, le da el énfasis necesario para compenetrarnos en ese mundo mágico que es la narrativa.
Así es mi amigo Armando Ortiz, el escritor y periodista.
“Felicidades” en tu onomástico amigo mío, y que el creador te siga dotando de esa inspiración que aflora en tu ser para que puedas seguir compartiendo con todos nosotros. En hora buena.
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