Pero Iglesia vive confundida, porque no hay tal ley pro-aborto o en contra del aborto. Lo que está en juego es una ley que le permita a las mujeres decidir sobre sus propios cuerpos. Muchas personas pueden estar en contra de que una mujer aborte, eso es comprensible, pero por encima de ello consideran que la decisión de abortar pertenece a quienes conciben. La Iglesia quiere corregir sus errores, hace una marcha en contra del aborto, pero no una marcha en la que promueva las relaciones seguras, las relaciones entre parejas casadas.
Una de las derrotas de la Iglesia se mide en el número de jóvenes católicas que se embarazan sin estar en el matrimonio. Ante esa derrota, la Iglesia busca que paguen todas las mujeres, negándoles el derecho a decidir, criminalizando la acción que decidan tomar, sean católicas, protestantes, ateas.