En la mitología griega, el Cancerbero era el perro del Hades, un monstruo de tres cabezas con una serpiente en lugar de cola e innumerables cabezas de serpiente en el lomo. Éste guardaba la puerta del reino de Hades (el inframundo griego) y aseguraba que los muertos no salieran y que los vivos no pudieran entrar. Pues no era muy diferente el trabajo que hacía Emilio Chuayffet Chemor, exsecretario de Educación Pública. Como el cancerbero mitológico, él se autonombró como el guardián de acceso al Sistema Educativo Nacional, él determinaba quien entraba y quien salía.
En diciembre de 2012, en vísperas de aprobarse la Reforma Educativa, con una actitud canina, el ya considerado enemigo número uno de la maestra Gordillo, Emilio Chuayffet, declaraba: «El que repruebe se va, y eso no es pactable». En entrevistas posteriores, el titular de la SEP se ufanó de que, con o sin Elba Esther, habría reforma. «Esto no es un asunto sindical. Es un asunto de proyecto nacional. Abarca a la sociedad en su conjunto, a la nación entera y, en consecuencia, no puede parcializarse, porque parcializar es degradar».
Hoy, seis años después, el final fue otro, el que se ha ido fue precisamente él y Elba Esther Gordillo, su acérrima enemiga, ha regresado. Los maestros con sus marchas y a puro valor civil, sin la ayuda de sus líderes sindicales, permanecen en sus lugares de trabajo y, por cierto, los que fueron sancionados por la Ley de Servicio Profesional Docente, pronto serán reinstalados. Emilio Chuayffet Chemor, el cancerbero de Enrique Peña Nieto, hoy se encuentra entre el olvido y la ignominia.
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