En nombre de su autonomía, los muy gandallas se pusieron los salarios más altos de la administración pública, compitiendo con los del Instituto Nacional Electoral y de los ministros de la Suprema Corte de Justicia, o sea, ganando más que el propio presidente de la República y dictándole cómo hacer las cosas en materia educativa, especialmente en la evaluación docente.
Por esa razón es que llama mucho la atención el acertado comentario del investigador y sociólogo Manuel Gil Anton, en su artículo titulado “INEEcesario”. En éste, el catedrático de El Colegio de México, señala que este organismo bien pudiera funcionar como un banco de datos y de información, algo así como un “INEGi educativo”.
Y es que al INEE se les dio la mano y se tomaron el pie, también el Gobierno Federal cometió el error de darle más facultades y poder que a la propia SEP, por esa razón, el Consejo del INEE se tomó muy en serio sus atribuciones, hasta convertirse en una Santa Inquisición educativa. Hoy existe la promesa de su desaparición.