En primer lugar, no es educativa, es una reforma laboral-administrativa; su columna vertebral no descansa ni articula los nuevos métodos y estilos de aprendizaje de última generación. Su intento de encajar en el ánimo del magisterio un Nuevo Modelo de Aprendizajes, carentes de adaptabilidad y muy fuera de las necesidades de las mismas escuelas, haciendo menos a los maestros de Tecnologías, con el pretexto de una simulada autonomía curricular, no termina de convencer. Su intento de convertirlas en escuelas inclusivas, fue altruista, pero muy ajeno a la infraestructura de la mayoría de las escuelas.
En segundo plano, antes de conminar y convencer de la necesidad de una Evaluación Docente, las autoridades oficiales, mediante la Ley de Servicio Profesional Docente, obligó con el uso de la fuerza al maestro a evaluarse. El temor del Gobierno Federal fue no seguir al pie de la letra las recomendaciones de la OCDE.
El tercero y más grave de todos fue la amenaza velada que atentaba contra la seguridad y estabilidad laboral. Ahí fue el talón de Aquiles de la considerada joya de las reformas estructurales del gobierno de Peña Nieto. Por esas razones, miles de maestros, desobedeciendo a sus líderes sindicales, salieron a las calles a defender sus derechos. Por esas razones los maestros jamás aceptaron la Reforma Educativa. Por eso, hoy está condenada a su desaparición.
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