Así lo reconoció hace unos días la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas: «Fue un crimen de Estado que continuó más allá del 2 de octubre, mediante detenciones arbitrarias y tortura. Todo tiene un límite y hace tiempo que lo cruzamos. Es momento de que el Estado, en su conjunto, mire al pasado con honestidad, para poder afrontar al presente con una cara limpia y la mirada puesta en un futuro donde la paz sea una realidad».
Pero en México quedan cientos de calles, colonias, plazas y monumentos en honor a Gustavo Díaz Ordaz, quien nunca se arrepintió de lo que hizo. En una entrevista hasta declaró: «Estoy orgulloso del año de 1968, porque me permitió salvar al país».