Ícono del sitio Libertad Bajo Palabra

1968

Pedro Lizárraga / La sociedad es una estructura en permanente transformación. En su origen remoto, individuos y grupos humanos se incorporaron para constituir un colectivo social, caracterizado por su dinámica, conflictos y resoluciones. En virtud que su composición es arbitraria y desigual, regularmente encierra disputas de poder y de ideas. Por lo mismo se ha ido dotando de instituciones responsables de dirimir conflictos y aplicar justicia.

Día a día ocurren cambios, en ocasiones esas mutaciones no son advertibles de inmediato. Se tiene la impresión hay una repetición constante. Aunque en realidad asistimos a cambios ligeros, y en ocasiones de enorme brusquedad. Cabe aceptar que lo común es la pasividad y la indiferencia, largos períodos en calma.

1968 fue un año de cambios radicales en varias partes del mundo. Las juventudes se rebelaron contra las formas de vida imperantes. Exigieron más libertades, menos costumbre. El poder establecido no entendió el ritmo de los tiempos. Se respondió con fuerza, prisión y hasta con el poder de las armas. No importó la sangre caída ni el juicio de la historia.

Tal vez la exaltación más conocida sea el Mayo Francés. El 22 de marzo estudiantes de la universidad de Nanterre reclamaron la falta de oportunidades laborales, exigieron cambios en el modelo escolar y se acordaron del genocidio que cometía el gobierno gringo sobre los vietnamitas; las autoridades tan sensibles ordenaron el cierre de la institución. Sus compañeros de la Sorbona se incorporan a la protesta. Lanzaron las conocidas proclamas de “prohibido prohibir”, “pedir lo imposible”. A eso se unieron obreros. Francia fue detenida por la fusión estudiantil y obrera, prácticamente el país detuvo su ritmo y trabajo. Los revolucionarios dejaron para la historia una de las movilizaciones más significativas de los últimos tiempos.

La Primavera de Praga. Tratando de suavizar el férreo control soviético, jóvenes checos, muchos artistas, políticos y escritores, promueven darle al socialismo un rostro humano, algo que significara un socialismo con democracia. La iniciativa fue derrotada con la entrada de tanques del bloque soviético y una represión brutal. Sólo adelantaron el derrumbe de la cortina de acero, que en realidad era de papel.

En Estados Unidos, país con exceso de motivos para rebelarse, estudiantes exigieron el fin de la criminal invasión gringa en Vietnam. Otra causa era la discriminación contra la población negra. Situación que siempre han padecidos nuestros migrantes. El gobierno gringo respondió como sabe hacerlo el capitalismo por excelencia: con las armas y la represión. No sólo con naciones, sino contra su mismo pueblo

En 1969, en Córdoba Argentina, estudiantes protestaron por la muerte de dos compañeros y un obrero. La dictadura actuó con las armas en la mano, ampliando todavía más el número de muertos y acabando con las escasas libertades. Apenas en 1967 el gobierno gringo, acompañado de las fuerzas reaccionarias del ejército boliviano, había asesinado a Ernesto Guevara, conocido como el Che.

En México, hace medio siglo, el gobierno decidió emprenderla contra jovencitos de preparatoria. La Universidad y el Politécnico reclamaron. No había justificación alguna para arremeter bestialmente contra chiquillos que estudiaban. La protesta se amplió por toda la capital y fue secundada por universidades de provincia. Estudiantes y maestros de la Universidad de Veracruz sintieron en carne propia una represión sin sentido, absurda. En prepas y facultades se organizaron juntas informativas, mítines, marchas. Muchos maestros dejaron el trabajo y se fueron a las calles a exigir el cese de la violencia. Padres de familia también se incorporaron. Hasta que el gobierno, un 26 de septiembre, ordenó acabar la revuelta a base de bombas lacrimógenas, golpes, represión generalizada y el encarcelamiento de los líderes.

Una semana después, el barrio de Tlatelolco fue testigo de una trampa mortal. El gobierno desencadenó una matanza que no se olvida. Ha pasado medio siglo y seguimos indignados, molestos. Exigimos justicia. La sociedad, en su total derecho ha protestado desde entonces ante la matanza organizada, la cancelación de libertades elementales, el libre tránsito, la posibilidad de expresarse.

Ese 2 de octubre de 1968, la autoridad maquinó una matanza inimaginable. Eligió una plaza cerrada y desde todos los ángulos dispuso fuerzas militares, tanques, bazucas, tiradores ocultos en los edificios cercanos. Mató a miles de personas, sin distingo, niños, mujeres, viejos, jóvenes. Escondió los cadáveres. Encerró en mazmorras a los dirigentes de los reclamos pacíficos. Hay que decirlo con todas sus letras: las protestas eran del todo legítimas y pacíficas, a la luz del día. La lucha estudiantil se hizo con ideas, manifiestos, volantes, mantas, mítines. Hubo sólo una exigencia: fin de la represión oficial.

Ha pasado medio siglo y los mexicanos siguen saliendo a la calle a exigir el esclarecimiento de los hechos y castigo a los culpables. No hay justificación alguna para que el gobierno asesine ciudadanos. No es nombrado para eso, ni hay ley o norma que así lo indique. De ninguna manera se admite un gobierno legal masacre a sus ciudadanos. Está fuera de norma y moral. Los asesinos deben ser castigados. Debe explicarse porqué se mató, qué se pretendía, quien dio la orden. Cómo es posible que los soldados obedezcan órdenes criminales.

Pasado todo este tiempo el genocidio sigue impune. Debe haber justicia.

Pedro Lizárraga septiembre, 1968.

Salir de la versión móvil