La clientela que tenía el SNTE no era poca cosa; su producto era comprable y rentable para los líderes sindicales, de ahí salía para darse vida de sultán y para financiar campañas políticas. Si el recién egresado de las escuelas normales del país quería trabajar como maestro, tenía que dirigirse al SNTE, ahí donde se partía el queso, ahí se decidía el monto y el lugar de adscripción de trabajo.
Desde luego que las escuelas con mejor ubicación y alumnado eran para los familiares del líder o de los incondicionales. En Veracruz las plazas de inspectores o jefes de sector eran muy codiciadas por los líderes sindicales. El mérito académico fue sustituido por las palancas e influencias que el futuro maestro tenía con el sindicato magisterial más grande de América Latina.
El gobierno de Peña Nieto, mediante sus cancerberos, intentó recupera la rectoría de las dependencias estatales de la SEP. Mediante su Ley de Servicio Profesional Docente hizo a un lado al SNTE, e instituyó que la entrega de plazas de cualquier nivel fuera concursada mediante un examen de conocimientos. Sin embargo, se le hizo fácil incluir un nuevo modelo educativo y otras estrategias didácticas para presentarla como una Reforma Educativa.
Además cometió un grave error al intentar presionar a magisterio a evaluarse y, si éste no lo hacía, sus servicios podrían ser suspendidos sin ninguna culpa del patrono. Hoy, los días de ese amasijo de intenciones y pretensiones neoliberales que se enfocan a la privatización escolar, están contados. Andrés Manuel López Obrador la tiene en la mira, sólo fala jalar el gatillo.
Comentarios