El PRI nunca le quedó mal a Callejas Arroyo, le pagó con creces el alquiler de los maestros y el uso de su estructura. Lo hizo diputado varias veces, lo hizo senador de la República y a lo largo de 30 años le otorgó cientos, sino es que miles, de candidaturas de presidencias municipales y regidurías. Su músculo político lo exhibía en el rancho el Corsario, donde miles de maestros, con un folder bajo el brazo y con la ilusión de poder hablar con el iluminado, pagaban sus propios gastos de traslado.
Era un rito anual donde había cantidades apoteósicas de cerveza y comida. Bebida y comida que pagaban las propias delegaciones con cooperaciones de los propios maestros. O sea, la propia base pagaba todo. Los de “alto pedorraje”, jefes de sector, inspectores, y algunos directivos de mucha confianza, se cooperaban para el regalo del líder, desde pomos de wiski etiqueta azul, esculturas, hasta una moto Kawasaki Katana de varios miles de pesos.
Por eso, siempre había maestros a su alrededor, incondicionales que rayaban en lo más abyecto y servil. Con la llegada de un gobernador identificado con la izquierda, se espera que jamás se repita el contubernio entre el sindicato y las autoridades oficiales. Al menos eso esperan miles de maestros regados a lo largo del estado de Veracruz.
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