Muchos mexicanos sufrieron la desilusión y la impotencia en el 2006, cuando el sistema político mexicano arrebató la victoria al tabasqueño López Obrador. En el 2012, la democracia y voluntad popular recibieron nuevamente otro duro golpe por parte de una camarilla de políticos sin escrúpulos.
Tuvieron que pasar 18 años para que los mexicanos nos deleitáramos de ver un congreso distinto. La conducción magistral de la asamblea, bajo la tutela de Porfirio Muñoz Ledo, no pudo ser mejor. La escena era distinta a otras ocasiones, el lugar de honor ya no lo ocupaban los del PRI, ahora mandaban los de Morena, los tricolores estaban en gayola.
Y es que seguramente no ha de ser fácil para la elite legislativa del PRI y del PAN, que se sintieron dueños absolutos del Congreso Federal durante décadas. Es como ser residentes forasteros en su propia tierra. No obstante, ese es el precio que tienen que pagar por haber relegado durante años los intereses del pueblo.
Por lo pronto, los nuevos dueños del Congreso Federal ya comienzan a poner sus condiciones; si quieren chofer o guaruras, tendrán que pagarlos de su propia bolsa. Otra cosa, si quieren seguros para gastos médicos, también tendrán que entrarle con su propia lana. Ni hablar, donde manda capitán, no gobierna marinero.
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