Los dos hombres linchados (padre e hijo) en Acatlán de Osorio, Puebla, eran inocentes, no eran robachicos; eso lo confirmó la Fiscalía de ese estado. Alberto y Ricardo eran padre e hijo, campesinos que fueron acusados de querer robar a dos menores de edad. Los golpearon y quemaron la camioneta en que viajaban, pero la policía los rescató y los metió en prisión.
De ahí los fueron a sacar los habitantes de Acatlán de Osorio, los llevaron a la plaza del pueblo y los quemaron vivos; pero eran inocentes. El día jueves, 30 de agosto, un día después, en Tula, Hidalgo una pareja fue linchada por supuestamente querer robar niños. Esta masacre debe terminar, esta masacre ya no se puede permitir.
Si bien es cierto que los ciudadanos están hartos de tanta impunidad, no es posible que estos actos de barbarie sean la solución para ello. Las autoridades, los ciudadanos y los mismos criminales deben ya tomar consciencia para que estos actos criminales se detengan. Ya lo dijimos, en ocasiones son los mismo criminales los que azuzan a los pobladores para quitarse la mirada de ellos de encima.
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