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¿Para qué carajos sirve el SNTE?

Si usted le pregunta a un maestro afiliado al SNTE si en verdad se siente protegido y apoyado por su sindicato, le contestará de manera negativa. Si usted le pregunta a los estudiosos de la educación si el SNTE ha contribuido a elevar la calidad educativa, muchos coincidirán en señalar a los organismos sindicales como el factor principal de los rezagos. Durante muchos años, el sindicato de maestros (SNTE) controló a su antojo no sólo las plazas magisteriales y los recursos económicos de la mayoría de las subsecretarías en todo el país, sino también metía su cuchara en las políticas educativas.

Esta actitud de los dirigentes del SNTE no debería extrañarnos, muchos olvidan que estos órganos fueron concebidos para ser eficientes operadores electorales, no para ejercer la noble tarea de educar y velar por los intereses de los maestros. Sin embargo, con el duro madrazo que le asestó el lopezobradorismo al corporativismo del PRI y a toda la estructura del sistema político mexicano, deja en la orfandad al que fuera el sindicato más poderoso de América Latina.

Hoy el SNTE sufre la peor crisis desde su creación. Sus dirigentes no tienen la fuerza ni la calidad moral para unificar a un magisterio cada día más exigente en el respeto de sus derechos laborales. Es más, andan a salto de mata, cuidándose las espaldas de los seguidores de la maestra Elba Esther Gordillo. El panorama futuro para el SNTE no es muy halagador, es incierto. Mucho dependerá de la actitud que los maestros asuman después del primero de diciembre.

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