Édgar Landa Hernández / Cuántas veces hemos escuchado la palabra poesía y se nos viene a la mente los vocablos melosos que se entretejen en una métrica logrando experimentar un sentimiento sin igual.
Los tiempos cambian así como los poetas, pero siempre tratando de que permanezca la esencia de la verdadera poesía. En cada uno de los poemas, los románticos que escriben logran sensibilizar al lector de una forma que los sienta y los viva de una forma suculenta, exquisita.
No siempre la poesía debe de ser romántica y acaramelada, hay diversidad de matices y temas en los cuales se fragua el sentir convulsionando en una serie de expectativas, que al final se transforma en una poesía.
Hay un poema que me gusta y se los comparto, es del poeta Baudelaire.
El alma del vino
Cantó una noche el alma del vino en las botellas:
«¡Hombre, elevo hacia ti, caro desesperado,
Desde mi vítrea cárcel y mis lacres bermejos,
Un cántico fraterno y colmado de luz!»
Sé cómo es necesario, en la ardiente colina,
Penar y sudar bajo un sol abrasador,
Para engendrar mi vida y para darme el alma;
Mas no seré contigo ingrato o criminal.
Disfruto de un placer inmenso cuando caigo
En la boca del hombre al que agota el trabajo,
y su cálido pecho es dulce sepultura
Que me complace más que mis frescas bodegas.
¿Escuchas resonar los cantos del domingo
y gorjear la esperanza de mi jadeante seno?
De codos en la mesa y con desnudos brazos
Cantarás mis loores y feliz te hallarás;
Encenderé los ojos de tu mujer dichosa;
Devolveré a tu hijo su fuerza y sus colores,
Siendo para ese frágil atleta de la vida,
El aceite que pule del luchador los músculos.
Y he de caer en ti, vegetal ambrosía,
Raro grano que arroja el sembrador eterno,
Porque de nuestro amor nazca la poesía
Que hacia Dios se alzará como una rara flor!»
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