Pero a la estulta de la Gaviota se le ocurrió presumir su casa regalada en la revista ¡Hola! Esto originó un descrédito descomunal del que Enrique Peña Nieto nunca se pudo reponer. A manera de venganza, la Presidencia presionó a la familia Vargas, dueña de la concesión de MVS, para que Aristegui saliera del aíre. Los Vargas no se resistieron, antes bien calcularon los costos y vieron que la posibilidad de tener un canal de televisión bien valía la pena, sin importar que su audiencia los calificara de traidores.
Aristegui salió del aíre y volvió por medio de la Internet, pero no fue lo mismo. Aristegui debía regresar. Una voz como la suya, honesta y veraz no puede ser silenciada permanentemente por la venganza de un hombre que no entendió que fue la torpeza de su esposa lo que desencadenó la crisis de su sexenio. ¡Algo tendrá que hacer López Obrador!