Resulta que cuando un empresario, de esos que no tienen llenadera, le ofreció una mansión que más tarde sería conocida como la “Casa blanca”, con un valor superior a los 54 millones, sin tener que desembolsar un sólo peso, no dudó un segundo para hacerse de ella. Su ego e impulso de estrella televisiva la llevó a aparecer en la portada de la revista Hola.
Este acto de egocentrismo, en un país con más de 60 millones de pobres y desempleados, fue tomado como una verdadera mentada de madre a los mexicanos más desprotegidos. Este acto retrató a plenitud la corrupción del gobierno de Enrique Peña Nieto, tanto así que, después de aparecer la gaviota como una Magdalena lloriqueando lágrimas de cocodrilo (por cierto pésima actuación), el propio presidente tuvo que pedir perdón a los mexicanos.
De ahí en adelante, nadie creyó en el presidente. Ese fue el ocaso de una estrella estrellada, que ya está haciendo las maletas para abandonar la residencia oficial de Los Pinos.