De acuerdo con una encuesta de Reforma sobre las expectativas que ha generado el próximo gobierno de Andrés Manuel López Obrador, lo que más esperan los ciudadanos es que se combata la corrupción. Cierto, la corrupción es un cáncer que ha invadido todos los ámbitos del quehacer humano. De la corrupción en nuestro ámbito personal los responsables somos nosotros y también deberíamos hacer cambios al respecto, pero la corrupción institucional es responsabilidad de quienes nos gobiernan.
Para cumplir con esa expectativa Andrés Manuel López Obrador tendrá que ser firme, sobre todo con los de casa. No es uno ni dos ni tres los corruptos que se colaron en algún puesto de elección popular; no será uno ni dos ni tres los que se colarán en algún gobierno. Serán cientos, o quizá miles. Es por ello que AMLO requerirá ser firme y desde un principio predicar con el ejemplo.
Si desde un principio López Obrador pone en su lugar a los corruptos que de su propio gobierno salgan, entonces podrá hacerlo con los demás. Pero si desde un principio no lo hace, entonces la corrupción seguirá su curso normal. Es tal como lo dice el Infante don Juan Manuel en el Libro de los exemplum del conde Lucanor: «Si al principio no te muestras como eres, no podrás hacerlo cuando tú quisieres».
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