Luis Ortiz Ramírez / Soy un creador de mi propio camino, me gusta fabricar sueños que se convierten en los planos de mi propia realidad, porque además, creo con firmeza que existe un Creador Superior, que ha sabido combinar con toda perfección y exactitud matemática, mi libre albedrio y su presencia guiadora. Soy un simple mortal que se detiene a observar hasta lo más insignificante, por cada paso que da. Me gusta observar con lujo de detalles, como toda la realidad evoluciona, cambia y se recrea. Esta me enseña cuán insignificante somos ante la grandeza de este mundo que estamos destruyendo.
Considero que hay más felicidad en dar que en recibir, como dijo hace muchos años, un Gran Maestro que rompió todos los paradigmas existentes. Y es que los seres humanos, en ocasiones nos prestamos más de la debida importancia que tenemos, damos paso al elogio y la lisonja, y aunque esas pueden ser bien intencionadas, si nuestro corazón no está bien preparado, nos volvemos banales y egoístas.
Para mí todo es significativo y tiene valor en sí mismo. Puedo comer en el lujo, como lo puedo hacer en el humilde fogón del más sencillo campesino. Ahí puede uno encontrar verdaderas joyas de sabiduría ancestral. Además, después de recibir golpes y humillaciones ganados en muchas ocasiones por nuestras malas decisiones, resultaría infructuoso desperdiciar el poco tiempo que nos queda, en absurdas posturas de lo que no somos en realidad.
Hace muchos años, en el desierto arábigo, camino un humilde hijo de un carpintero que en su mayoría, no tenía ni donde recostar su cabeza. Sin embargo, este hombre ostentaba el título de Rey de Reyes y Señor de Señores. Que no se nos olvide que su peregrinar lo hizo con sencillas sandalias, no obstante, lo valioso fueran sus pisadas que hizo con estas, esas pisadas lograron cambiar la vida de millones de personas, incluida la de muchos de nosotros.
Y es que existen seres humanos que son desdeñados por los demás, por su religión, color de piel, nacionalidad, o preferencia sexual. Creo que todos tenemos el derecho de amar y ser amados, independientemente de la posición o postura que adoptemos en esta vida. Que no nos importen las sandalias, sino sus pisadas. Sigamos el camino de la tolerancia y el amor.
Y aunque en estos momentos, hay fragmentación de valores, y un egoísmo humano, mal sano por todos lados, debemos ser capaces de intuir las pautas que conectan todo con un Dios de amor. Un ser que no podemos ver, pero que podemos sentir, cada vez que alguien nos da las gracias, o cuando anteponemos nuestros intereses y derechos por otros.
Creo en el Dios de Abraham, un Dios que se deleita con sacrificios de fe, y rechaza los sacrificios humanos. Un Ser Poderoso que sabe templar el amor con la justicia, a diferencia del hombre que privilegia la justicia de los suyos. Me encanta compartir con otras personas sobre las profundidades del conocimiento que me apasionan. Es cierto que no soy un dechado de virtudes, pero también sé que Dios tiene su conocimiento de amor en vasos de oro y de barro, seguramente yo soy de los últimos.
Desde mi sencilla experiencia cotidiana, donde en muchas ocasiones la rutina y las inquietudes de la vida, hacen que olvide que es lo más importante, lucho por ser un mejor padre, un mejor maestro, y un mejor mexicano. Sin olvidarme de mi Dios, mi cuerpo, de mis muertos, de mi dolor, mi amor y todo mi sentir. Estoy vivo, y estoy conectado con el sentido de mi propia vida.
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