Édgar Hernández* /
“¡Sáquenlos a madrazos de “mi Palacio”, “mí gobierno” y “mí dinero!”, dirían los clásicos.
Ese minimizar los problemas y a la ciudadanía, esa filosofía familiar de considerar que todos los enemigos son unos “nacos”, esa ausencia de respeto por la ley y disponer del dinero público a su libre albedrío y utilizar como arma de gobierno más que la razón el garrote, ha sido la constante del gobierno de Miguel Angel Yunes, que en 137 días llega a su fin para de inmediato rendir cuentas ante la justicia.
El gobernador saliente, el mismo que gusta llamar a todo aquel que se le para enfrente “ignorante”, siguió el mismo camino de Javier Duarte.
Esa poca claridad en el manejo de los recursos públicos, ese no entender que el poder es prestado y su sensible ausencia de tolerancia al diálogo para dar paso a la barbarie, no son más que el síndrome del autoritario, del gobernante acomplejado ante el rebase de los problemas.
Hoy de nueva cuenta un asunto de atención ciudadana dejó ver su lado oscuro, el que más le gusta, el de madreador.
Omiso al reclamo veracruzano, incapaz de admitir su responsabilidad institucional y negado a cumplir los compromisos de gobierno le es más fácil despreciar y mandar golpear a los empresarios a quien se les deben sumas millonarias por prestación de obras y servicios, que dialogar para llegar a acuerdos que permitan la gobernabilidad.
Como rey bananero, el señor Yunes mira con el rabillo a los demandantes desde su balcón imperial donde están sus adoradores Rogelio Franco y Téllez Marie, pero incapaz de salir a la antesala de su oficina para atender de buen modo a los quejosos, mismos que para sus adentros seguro solo son pillos de “Empresas Fantasma”.
Observa la paja en el ojo ajeno pero no la viga en el propio.
Incapaz de dar respuesta a los demandantes de pago por 500 millones de pesos, al considerarlos tramposos igual que a Javier Duarte, pero omiso a dar respuesta a la denuncia del gobernador electo, Cuitláhuac García, sobre presunto desvió de 800 millones para la campaña de su hijo que goza su derrota en Miami.
¿A dónde fueron a parar los 7 mil millones de pesos de auxilio federal que entregó la Secretaría de Hacienda para el rescate de Veracruz ante la virtual quiebra financiera, revelados por Pepe Yunes?
Dónde la rendición de cuentas por el dinero y bienes recuperados a los saqueadores obtenidos desde que era candidato y ya después como gobernador.
Dónde la sospecha del efectivo quitado a fidelistas y duartistas a cambio de impunidad.
Ya incluso circula la especie de que los “donadores” de multimillonarias sumas están dispuestos a declarar ante una autoridad cómo y en qué medida fueron chantajeados y hasta despojados de sus bienes para la causa yunista.
Lo del asunto de “Empresarios SOS”, una asociación civil que encabeza Jesús Castañeda Nevares, no es un asunto menor.
No se agota en el desalojo y maltrato a mujeres empresarias de parte de IPAX. Es la punta de iceberg de un entramado de omisiones y desvíos para otras causas ajenas a la problemática veracruzana.
Confirma, una vez más, la prepotencia y altanería con la que se condujo el gobierno en los casi dos años de mandato. Evoca aquello de “hágase la voluntad de Dios en los bueyes de mi compadre”.
Es como el cilindro cuya manivela solo da para un lado.
En 2016 cuando se buscó por todos los medios desacreditar al gobierno saliente de Javier Duarte y de cara al diálogo a un gobernador provisional en total indefensión como lo fue Flavino Ríos, un mandatario que pararía en Pacho Viejo y luego arresto domiciliario, entonces sí el reclamo de pago de adeudos tendría toda la relevancia.
Tanto que el aspirante presidencial Ricardo Anaya pasaría toda la noche atizándole con Miguel Angel Yunes Márquez, en medio de ricas viandas mexicanas, toda una verbena en los patios de Palacio de Gobierno.
Hoy, sin embargo, cuando una causa de adeudo merece ser aclarada, la respuesta es ignorarlos; darles una cita para el jueves pero no con el gobernador sino con un subalterno.
Y por lo pronto ahuequen.
¡O se salen o los sacamos a punta de madrazos!.. Y que los sacan, no sin antes vía boletín oficial, advertirles que son “Empresas fantasma”.
¡Valiente chingadera!
Afortunadamente ya falta menos y como dicen los quejosos “¡Gracias a Dios que ya se va!”
Tiempo a tiempo.
*Premio Nacional de Periodismo
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