En el libro de libros, la Biblia, en la primera carta que el apóstol Pablo escribe a su discípulo Timoteo (1Ti 5:18) le dice: «No pondrás bozal al buey que trilla; y: Digno es el obrero de su salario». Estas sabias palabras señalan lo justo que el que alguien que trabaja tenga una recompensa económica justa. Sin embargo, durante décadas en nuestro país, los funcionarios y la clase política que fenece se imponían unas remuneraciones económicas estratosféricas.
Por tal razón es que no sorprende la resistencia a bajarse el sueldo de los integrantes de la Suprema Corte de justicia, especialmente de su presidente, esta postura ya ha contagiado al consejero del Instituto Nacional Electoral, Ciro Murayama quien, refugiado en su respeto irrestricto de la ley, ha señalado que no se pueden reducir las formas de ingreso económico del personal de carrera en el servicio electoral.
De verdad que se necesita ser muy caradura para seguir mamando del erario público; tan sólo Luis María Aguilar Montes, ministro presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, percibió en el 2017 la friolera cantidad de cuatro millones 658,775 pesos netos, libres de impuestos y contando prestaciones, mucho más que el propio presidente de la República. Ojalá y no le tiemble la mano a AMLO y meta en cintura a estas vacas sagradas del sistema político que perece.
Comentarios