Édgar Landa Hernández / Sus edades fluctúan entre los tres y 14 años. Cuerpos espigados que se han forjado a través de la danza. Movimientos cadenciosos que a través del ritmo de la música contorsionan sus cuerpos llenando de elegancia y presencia el escenario.
Escenografía que convierte la magia y el color en una realidad asombrosa. Pasos agigantados que se conjuntan con la precisión y soltura de un cuerpo relajado. Saltos, poses que trasmiten y se percibe la parsimonia al compás de una dramaturgia que inicia con un cazador que va en busca del bosque encantado, acompañado de su pequeño jamelgo.
Enseguida inicia la música, y con ello, pequeños unicornios ataviados de trajes multicolores dan inicio a una coreografía sin igual.
Minutos después, dan rienda suelta a impresionantes ejercicios dancísticos que a través de las telas fluyen a lo alto y giran velozmente, otras más, dan maromas sincronizadas, todo con una exactitud sin igual. Precisión en mente, cuerpo y alma.
Los sonidos retumban, ecos de extremidades que corren, brincan, chasquidos de dedos que se mantienen en el aire a la espera de complementar la obra y finalizar en la armonía de retumbos y música clásica.
Para finalizar, maestros y alumnos convierten la danza en una alquimia de rituales, cuerpos que se amalgaman y transforman el sentimiento en una coreografía sin igual. Dejando el mensaje que la vida animal y la del ser humano debe de ser con concordia y alegría, y sobre todo amor.
Pd. Mi reconocimiento y admiración para la escuela de danza ALLEGRO..
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