Con la aplicación de la nueva Ley de Servicio Profesional Docente, las puertas de las aulas, considerado el espacio privilegiado de los maestros normalistas, se abrieron para que profesionistas con carrera universitaria pudieran dar clases en el nivel básico, incluyendo bachillerato. De manera que las escuelas normales del país pasan por una crisis de identidad y de sobrevivencia debido a que durante los últimos 30 años se descuidó su mantenimiento y apoyo por parte de las autoridades federales. Las escuelas normales han sido castigadas históricamente en términos de recursos.
Es cierto que el presupuesto de normales creció a partir de 2012 y se elevó significativamente en 2016 y 2017, pero se necesitaría una decisión político-financiera fuerte para impulsar en esos centros una renovación profunda, en recursos humanos, en equipo, en espacios formativos especiales como laboratorios, bibliotecas, gimnasios, etcétera. De manera que una golondrina no hace verano. Se requiere una verdadera redignificación del normalismo mexicano, para que se eleve la calidad formativa de las nuevas generaciones de docentes.