La clase política proveniente del tricolor, del blanquiazul y del sol azteca creyeron que el poder era eterno. Hicieron de las suyas sin pensar que una sociedad agraviada estaba al acecho, vigilante de cada una de sus pisadas. Les valió un reverendo cáchuate someterse de manera vergonzosa al poder Ejecutivo federal. Estos partidos políticos cometieron un error grave, no tomaron en cuenta la opinión de las bases, se olvidaron de ellas.
Hoy claman su derrota, hoy se escucha el crujir de sus dientes, se han quedado fuera del presupuesto y han perdido la confianza de sus bases. Muchos de ellos se han ido con el partido del nuevo presidente. Otros sólo les han dado la espalda, no son morenistas, pero sí ciudadanos cansados de militar en partidos corruptos y de una administración que ha solapado a verdaderos rateros de cuello blanco. Hoy la primera fuerza en el país es Morena, y en gran parte es gracias al PRI, al PAN y al PRD. En esta vida, nadie sabe para quién trabaja.