Bajen el telón, la función ha terminado, Ricardo Anaya ganó el tercer debate no hay vuelta de hoja, démosle la bienvenida como el próximo presidente de México. Sólo espere un minuto. Al parecer Ricardo Anaya es el que mejor desempeño ha tenido en los tres debates, es el más aguerrido, el de más soltura, el que menos se equivoca al hablar y, sin tomar en cuenta el tercer debate, el que menos se enoja. Sin embargo, esas victorias de Ricardo Anaya no se ven reflejadas en las encuestas.
Después del segundo debate, en el que Anaya tuvo un buen desempeño, en lugar de subir en las encuestas, bajó. De hecho, ya son varias las semanas en las que Anaya no sale de los veintes; la encuesta que más lo favoreció lo puso con un 27 por ciento mientras López Obrador ya rebasaba los 50 puntos porcentuales. ¿Qué es lo que pasa? De acuerdo con los analistas, Ricardo Anaya no logra conectar con los electores. Anaya convence, pero el efecto de su convencimiento es fugaz, sobre todo cuando al día siguiente del debate se descubren sus mentiras y sus trampas.
Esa portada de Proceso que mostró, que editó para evitar que se viera un cintillo donde se le acusaba lo enganchó a tierra cuando él ya pensaba despegar. La risa de Anaya, ya se descubrió, es una mueca, es un rictus que pone en evidencia el esfuerzo que hace por ocultar su verdadero rostro, el rostro de un «haiga sido como haiga sido».
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