Estoy enojado con José Luis Santiago, estoy muy enojado con mi gran amigo. Tal vez lo que en este momento escriba no le va a caer muy bien a algunos que apenas ahora se dan cuenta del gran ser humano que eras, pero me sale del corazón decir las cosas como las siento. José Luis Santiago, mi querido Negro, siempre me mostró su amistad sincera, porque era una persona que sabía valorar los méritos ajenos. Durante los últimos años de su vida fue todavía más desprendido y sólo pensaba en darse a los demás.
José Luis Santiago, muchos lo saben, apoyó a un candidato a gobernador que sabíamos lo traicionaría, se lo advertimos y a pesar de ello lo apoyó. El dolor que le causara esa traición mermó mucho su salud. Cuando por salud empezó a decaer, algunos amigos le advertimos al Negro que se dejara de andar en asuntos de la política y de campañas electorales.
Particularmente un día, en el rancho San Julián le dije, tal vez con demasiada franqueza, «amigo lo que tú deberías estar haciendo en este momento es ver por tu salud, por tu esposa y por tus hijos y dejar de andar buscando una responsabilidad con algún candidato». Pero no me hizo caso y por eso estoy muy enojado con él.
Ay mi querido Negro, como dice Sabines, «yo no quiero elogiarte como acostumbran los arrepentidos, porque te quise a tu hora, en el lugar preciso»; pedías para dar a los demás y te olvidaste de ti. Pero sé, que Dios, en su santa misericordia, se acordará de ti y de tu familia, a la que les dará el consuelo que en estos momentos necesitan. Descansa en paz, amigo.
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