Mejor se deberían quedar callados los hombres de negocios de este país, sobre todo los que quieren incidir en las elecciones, estos sujetos no son ninguna madre Teresa de Calcuta; no son líderes de opinión. Cada uno de ellos, los Larrea, los Bailleres, los Ramírez de Cinépolis, los Hernández de Herdez, los de Vasconia, los del Grupo México, Femsa, los de Consejo Mexicano de Negocios, los del Consejo Coordinador Empresarial, todos ellos y más, han sumido a nuestro país en una pobreza tercermundista de la que no hemos podido salir.
La han sumido creando en nuestra sociedad una brecha muy profunda entre pobres y ricos. Esos sujetos forman parte de las 20 familias más ricas de México, los que tienen el control económico y político. Ahora que avistan la llegada de un gobernante que en su discurso ha prometido cancelar los privilegios a esas familias, por supuesto que se ponen a temblar.
Pero el temblor de los empresarios es el regocijo de muchos mexicanos que ya están hartos de ser explotados, de los bajos salarios y de este feudalismo que no les permite aspirar a un mejor futuro. Que sean los votos lo que decida la contienda electoral y no el miedo que estos “chupasangre” quieren imponer.
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