Si alguien le andaba oliendo el pedo a Javier Duarte, ese era Sandro Gómez, líder de las juventudes priistas. No había evento con Javier Duarte en que este sujeto, acusado en algún momento de ser golpeador de mujeres, no se acercara a husmear al entonces gobernador, a tomarse una foto con él; este sujeto le hacía competencia a Rodolfo Zúñiga, otro huele pedos profesional.
Ante su falta de talento e inteligencia, sólo le quedaba ser rastrero, sólo le quedaba esbozar su sonrisa eternamente pueril y esperar la compasión del mandatario para que le diera algo, aunque sea unas placas de taxi. Generoso se portó con Sandro el gobernador, porque no le dio un juego de placas, sino que le dio tres juegos de placas.
Ahora Sandro, a quien no lo hicieron ni suplente de diputado local, se rebela y sale a buscar otra ubre. Cree que Miguel Ángel Yunes Márquez lo va a recibir con los brazos abiertos; cree que Yunes Márquez se va a tragar el cuento de los 20 mil afiliados que se van con él. Ya lo dice el filósofo José José: «Pobre tonto, ingenuo y charlatán». Mejor que se ponga a trabajar sus taxis, sino hasta sin placas se va a quedar.
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