Existe la apreciación de que, si Pepe Meade no logra colocarse en el segundo lugar, el Gobierno Federal no tendrá otra alternativa que negociar con el crítico más acérrimo de este gobierno. El candidato del PRI va cuesta arriba, cargando el descredito al que lo han sometido sus exgobernadores y con el cúmulo de reclamos contra el presidente por el fracaso de sus reformas, y por tolerar a sujetos como a Emilio Lozoya y a Rosario Robles, sin olvidar el descaro de su propia esposa por la Casa Blanca.
La campaña de Ricardo Anaya, en vez de agarrar fuerza al acercarse al primero de julio, está perdiendo aire. Se pensaba que después del segundo debate la posición de Ricardo Anaya sería más fuerte, sin embargo, la sombra de mentiroso que le han endilgado los escándalos por sus negocios y de su patrimonio, finalmente le han hecho daño.
En contraparte, después de fumar la pipa de la paz con los empresarios, Andrés Manuel López Obrador se conduce con holgura hacia Los Pinos. Por tales razones, no es descabellado creer que el Gobierno de Enrique Peña Nieto y su conjunto de asesores estrellas, incluido el propio Carlos Salinas, piensen que la única salida para no pisar la cárcel sea negociar con «ya sabes quién».
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