Sin lugar a dudas José Antonio Meade respondió bien a varias de las preguntas que se plantearon, se le empezaba a ver presidenciable mientras sus dos adversarios, Anaya y AMLO, se disputaban improperios: Mentiroso, farsante, canalla. Todo bien hasta que José Antonio Meade empezó a dar golpes bajos, sin necesidad de que lo hiciera. Primero vinculando a López Obrador al narco y después al leer una prueba falsa en contra de Nestora Salgado, próxima senadora de Morena vía plurinominal.
Prueba falsa porque tres jueces desestimaron el documento que Meade leyó, documento apócrifo en el que, la exjefa de la policía comunitaria de Olinalá, Guerrero, supuestamente pedía un rescate por una persona detenida. Decía Carlos Alazraki, flamante publicista de José Antonio Meade: «Van a conocer al verdadero Pepe Meade». Pero no, no era ese el Pepe Meade que los votantes querían ver.
Los votantes querían ver a un Pepe Meade más aguerrido sí, pero más comprometido con la verdad. Meade se contagió de las mentiras de Anaya, y como vio que a éste le resultaban, pues él quiso usar la misma estrategia. Ahora sólo falta que Nestora Salgado lo denuncie por difamación y daño moral.
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