Jorge Flores Martínez / Quiero escribir mi columna de esta semana y me doy cuenta de que estoy sobresaturado de los candidatos, me molesta ver la cara de Meade, no quiero escuchar a Anaya y López Obrador me irrita.
Pero no puedo quejarme, ha habido joyas de nuestros candidatos en estos días, desde ver a Meade decir que Peña Nieto es un hombre honesto y después con orgullo anunciar que su libro saldrá a la venta en estos días, pero no se acuerda del título que le puso.
Ver pelearse a López Obrador con todos los empresarios al mejor y más puro estilo echeverrista; para después en entrevistas explicar lo inexplicable y verlo cada día más cerca de un iluminado divino, que nos trae la buena nueva de la esperanza y el amor.
También a Anaya, cargado en hombros por su tameme contratado, por unos cuantos pesos, y verlo mandar correos electrónicos con su computadora apagada.
La verdad es que hay momentos que creo que todo es una parodia cruel con humor involuntario, que solo nos lleva a la desesperación como ciudadanos; que tenemos que decidir quien es el menos malo, quien puede dejarnos, al menos, como estamos ahora. Ya no pedimos nada, con solo que no nos dejen peor nos damos por satisfechos y felices.
Pero con estos bueyes tenemos que arar y, de los tres escoger el que sea menos buey, más proclive a no tragarse toda la pastura y que, además, no tenga la intención de patearnos todos los días y llamar a la toda la granja a una rebelión.
Y es que de la corrupción mejor ni hablamos, los tres le dan la vuelta olímpica al tema. No les interesa denunciar complicidades; señalar culpables con claridad y pruebas, que las tienen; no tienen la menor intención de romper las estructuras de complicidad e impunidad del sistema político mexicano, por la sencilla razón que los tres son producto de éste.
Piensan que nos creemos los cuentos de “honestidad valiente” y la de barrer la escalera de arriba para abajo, lo de un fiscal autónomo del ejecutivo que persiga a los rateros y la que la alternancia es la mejor herramienta para combatir a los corruptos. Nada de eso sirve, todos son cuentos para salir del paso cuando son cuestionados.
Sé que es como para no creerme, pero de los tres, el candidato que tiene algo más o menos argumentado como propuesta anticorrupción es Meade, pero es muy difícil creer cualquier cosa que sea lucha anticorrupción en un mitin con Romero Deschamps y demás impresentables personajes, con el logo del PRI a las espaldas como fiel testigo que lo que dice y promete, por supuesto, nunca se cumplirá.
Pero algo si es evidente, López Obrador está alterado de felicidad con sus encuestas, según éstas está a un paso de ganar la presidencia, la mayoría en las cámaras de diputados y senadores y un buen número de gubernaturas. Se imagina que podrá ser el López Portillo que siempre soñó, podrá tener todo el poder en sus manos para hacer lo que le plazca y antoje.
Pero esto todavía tiene cuerda, le faltan otros obstáculos que vencer, semanas de autocontrol cada día más difíciles, horas de amor y paz cada vez más angustiantes, porque no debemos olvidar que, su peor enemigo siempre ha sido él mismo.
Se me estaba olvidando la perla de la semana, Fernández Noroña pide quitarle el Nobel a Vargas Llosa por criticar al amado líder ¿qué viene después?, nombrar una comisión para exigir al comité del Nobel entregarle el premio a López Obrador o a Paco Ignacio Taibo II y que esto se lleve a una consulta pública en el Zócalo.
Creo que votaré por el menos peor, el que tenga vocación democrática y entienda que solo son seis años, el que con tranquilidad y sin exabruptos, cada seis meses, se comprometa a entregar un país por lo menos igual al que recibe, el que no incite al odio y al enojo entre todos nosotros, el que comprenda que la economía es tan importante que no debe estar a cargo de políticos electoreros, el que tenga claro que México merece más que ellos, pero que les toca ser el buey con el que tenemos que arar y el surco es largo y la tierra muy dura.
De las campañas para gobernador de Veracruz, parece que las hacen como sin ganas, así como si no quisieran que se supiera nada.