Las ocho ya van a dar…

Puntualidad FOTO: WEB
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Édgar Landa Hernández / Algo que les debo de agradecer a mis padres fue el enseñarme a ser puntual. Desde que lo recuerdo mis padres siempre fueron respetuosos de nuestro tiempo y sobre todo del tiempo de los demás.

Mi padre solía decir que era una falta de respeto hacer esperar a los demás, por eso debíamos de ser puntuales. Por lo regular, la mayoría de las veces, nos hacían levantarnos a las 6:45 a.m. para que nos diera el tiempo suficiente y no andar a las carreras y llegar tarde a clases que iniciaban las 8 a.m.

Desde la noche anterior nos conminaban a preparar lo que al día siguiente nos íbamos a poner, así como organizar nuestras mochilas para no estar buscando y por consecuencia que se nos hiciera tarde. El valor de la puntualidad varía de acuerdo a la educación que se nos ha inculcado.

Los mexicanos tenemos la mala educación qué si nos citan a una fiesta a las 4.00pm. Llegaremos a las 4.30p.m. O si acaso a las 5p.m. Los mexicanos somos expertos en buscar pretextos y deshacernos de nuestra responsabilidad. En el mundo occidental, se considera que un retraso de unos quince o veinte minutos es algo tolerable en circunstancias normales (tráfico, algún imprevisto).

En cambio, las culturas orientales consideran que cualquier impuntualidad es una falta de respeto. En la novela de julio Verne, “La vuelta al mundo en 80 días” existe un personaje llamado Phileas Fogg, el cual hace referencia a su puntualidad con un reloj de bolsillo que a ciertos lapsos de tiempo lo saca para verificar la hora.

A final de cuentas la puntualidad habla mucho de nuestra forma de ser. La puntualidad es el cuidado y diligencia en hacer las cosas a su debido tiempo o en llegar a (o partir de) un lugar a la hora convenida.

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