Édgar Hernández* /
¡Muchos son los que critican y agreden, pocos los que analizan!
Para Pepe Yunes han sido días difíciles.
Muchas las exigencias políticas, más los abusos de los aliados y en cascada las presiones de peticiones de dinero de parte de quienes se dicen salvadores del PRI.
A la par cierta prensa: radiodifusores, localizados dueños de medios impresos o dueños de portales que presumen alta circulación y lectura, así como moderadores de opinión que amenazan y advierten si no les autorizan jugosos convenios.
La clase política priista en su mayoría acostumbrada a enormes cuotas de poder y dinero no entienden cómo hacer una campaña austera, sin recursos, con imaginación, con el puro convencimiento.
Por ello las deserciones de aguzados políticos que al no encontrar las cajas de huevo en el PRI, huelen el dinero en la casa del PAN. Por ello corren a Morena a rendirle a Cuitláhuac, nuevo Tlatoani del poder.
Por ello el no permitir al aspirante priista a la gubernatura abandone el tercer lugar, aunque sea en la imaginaria, ya que en los hechos está en la recta final a la par de quienes ya se proclaman triunfadores.
Pepe Yunes, con Félix, su chofer, Oscar –amigo de la escuela- quien le auxilia a recoger peticiones y demandas, Pablo González quien a la par de Alejandro Hernández, coordinan la agenda y una eficiente auxiliar de prensa, Mónica Mendoza, andan en campaña.
Con el auxilio monetario de don José, padre de Pepe, van sacando los gastos del día a día; templetes improvisados, desayunos y comidas modestos y visitas casa por casa, andan y desandan dando explicaciones, llamando al voto en su favor y trasmitiendo confianza.
Así, de estar en el tercer lugar Pepe Yunes ha transitado al segundo y está a dos puntos del primero… a siete semanas de la elección. Y en los hechos, como dice Bernardo Gutiérrez, a Pepe Yunes se le ven más posibilidades que a Pepe Meade.
En un día cualquiera de campaña se puede a observar a este aspirante llamar desde muy temprano a sus amigos, simpatizantes y periodistas. Les pide ayuda. Les hace propuestas –no de dinero porque no tiene- sino de sumarse al verdadero cambio de Veracruz con solo un aval, su honestidad.
Para avanzar, sin embargo, ha tenido que tragar muchos sapos.
También soportar la carga de las rémoras; los viejos priistas corruptos encimosos; los duartistas que por la mañana le entregan toda su lealtad y por la tarde hacen lo mismo con Yunes Linares; los que le exigen cientos de millones a cambio de miles, cientos de miles de votos inexistentes.
En el PRI no hay dinero. Tampoco en la casa de enlace de Pepe. Multas de elecciones pasadas afectaron en más de cien millones de pesos afectaron las prerrogativas. No hay como echar andar la maquinaria a la vieja usanza.
Por ello a cada movimiento que hace en cuanto a nombramiento de equiperos, nuevas incorporaciones e invitaciones a sumarse a la causa, Pepe Yunes es objeto de censura, críticas insanas y descalificaciones.
Y en las redes prohibido hablar bien de Pepe.
Se te van encima los chairos y cuando se descuidan estos agiles morenos, los azules en marcaje personal, no admiten reconocimiento alguno para Pepe. Las mentadas de madre no se dejan esperar contra los osados que buscan espacios de opinión en las redes.
Pepe, sin embargo, avanza.
Trae, en opinión de los más, el mejor discurso. Tiene carisma, es un buen orador y no para. Si son diez simpatizantes los que se reúnen en su entorno, son diez a los que explica su proyecto. Si es una multitud de decenas de miles, su lealtad va en favor de Pepe Meade y su partido.
“Yo no juego para para perder”, insiste ante los medios y sus simpatizantes.
Ello concita confianza.
Es muy agradable alternar con él. No se dificulta entrevistarlo. Es muy caballeroso e incapaz de hablar mal de quienes huyeron del partido o quienes se han agandallado ante su generosidad como ha sido el caso de Héctor Yunes a quien le invitó un pedazo de pastel y se llevó todo, con todo y los invitados y ya ni regresó a acompañarlo como se comprometió.
Así es la política.
Pepe está cierto que va a ganar. Su prestigio lo avala. Y cuando esté en el poder habrá de poner las cosas en su justo medio, sin venganzas, sin resabios, sin desquites personales.
¿Cómo librarse de los priistas desprestigiados o de los Ginos?, se le ha preguntado.
Responde que el tiempo pone a cada quien en su sitio. “Yo no recorro Veracruz buscando enemigos yo sumo”, ha dicho públicamente.
Y, en efecto, así, con el almohadazo que a veces se le nota en el cabello, va de pueblo en pueblo en jornadas extenuantes de 18 horas. A todo el que se le acerca escucha, a todo el que le grita calma, atiende a todos.
Le gusta comer, cuando el hambre le aprieta, una manzana, un taco o un guisado que no rechaza de parte de los vecinos que visita para pedir el voto.
Es una forma distinta de hacer campaña, sin la parafernalia mediática, ni los ejércitos de guaruras o los convoyes de prensa.
Sabe que es su tiempo y lo aprovecha.
Es el efecto Pepe –así aparecerá en la boleta el primero de julio- de alguien que aspira a gobernar Veracruz a partir del primero de diciembre.
Tiempo al tiempo.
*Premio Nacional de Periodismo
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