Enrique Ochoa Reza creyó que llamando simplemente López a Andrés Manuel López Obrador basta para reducirlo a un apellido. Esos fueron sus errores, sus obsesiones que hicieron que se olvidara que tenía un candidato al que había que hacer crecer. Ochoa Reza siempre fue un burócrata, un enriquecido del sistema. Él no era priista de cepa como sí lo es René Juárez Cisneros, militante de muchos años que sabe que no hay enemigo pequeño.
Juárez Cisneros tiene una encomienda difícil, pero José Antonio Meade sabe por qué lo quiere ahí. En unas cuantas semanas se sabrá si la sustitución de Ochoa Reza por Juárez Cisneros es lo que necesitaba la campaña de José Antonio Meade. Ya veremos si en las encuestas avanza, ya veremos si alcanza a Anaya, ya veremos si lo supera.