Jesús J. Castañeda Nevárez / Logró despertar el morbo por la cantidad de espacios de difusión que se sumaron a la campaña para que todos los ciudadanos estuvieran presentes por vía de las muchas opciones electrónicas que se dispusieron para ello.
Fue un evento en el que se conformó la versión tecnológica del circo romano en el que participarían varios personajes en una pretendida o supuesta “lucha a muerte” que en sentido figurado representaría la oportunidad de “avanzar” en la arena política por la búsqueda del galardón presidencial.
El rating superó todos los récords de audiencia y los contendientes hicieron bien el papel que les tocó representar. Al final, todos se declararon ganadores aprovechando lo subjetivo de la evaluación. Los equipos de cada uno hicieron su propio show del post debate y se presentaron en diversos medios para hacer el análisis de lo que sus representados dijeron y lo que no dijeron. De igual forma todos los medios informativos hicieron su parte, contribuyendo a hacer el eco de ese evento que nos costó a los mexicanos mucho dinero.
Y si sumamos el alto costo de las campañas, mas las prerrogativas que reciben los partidos políticos, mas el dinero que por debajo de la mesa circula para el operativo de acarreo y compra de votos, la cifra es impresionante e incuantificable, con lo que se podría hacer muchas obras de beneficio para una sociedad pobre y muy pobre en su mayoría.
Pero eso al “sistema” no le interesa. Tirar el dinero es algo sin importancia comparado con la satisfacción de ver su ego enaltecido con el aplauso de millones de manos que se agitan por su necesidad y millones de miradas tristes que expectantes suplican con débiles lamentos a causa del hambre. Y es esa necesidad del pueblo lo que alimenta y fortalece a ese “sistema” que persigue sus objetivos y jamás los de los mexicanos.
Y como ejemplo está lo ocurrido en las elecciones presidenciales de México en 1976, donde hubo solo un candidato que hizo campaña por todo el país durante 7 largos meses y lo hizo a pesar de no tener contra quién competir ya que su partido representaba el poder político y económico de forma absoluta y “alineó” a dos pequeños partidos de ese tiempo y hoy ya desaparecidos, el PPS y el PARM; el único partido opositor (PAN) se abstuvo y el PCM (que no tenía registro) postuló a un candidato sólo para hacer un ensayo, pero sin posibilidad alguna.
En ese entonces el padrón estaba conformado por 26 millones de ciudadanos, de los cuales 17 millones 695 mil personas “acudieron” a las urnas y de ellas 16 millones votaron por José López Portillo.
El costo de la campaña y del proceso electoral debió ser enoooorme por la cantidad de eventos que ocurrieron en todo el territorio nacional, montados con toda la parafernalia que exige el más alto ego de un partido en el poder que buscaba mantener impresionados a los electores y por el costo logístico del día de la elección en la que todavía se dieron el tiempo para contar los votos.
Tal pereciera que nuestra gente era ingenua y noble, al grado de prestarse a ese tipo de montaje de simulación y engaño descarado de un proceso con un solo candidato. Pero actualmente lo sigue siendo, pues acabamos de terminar un proceso de pre campañas con pre candidatos únicos.
Sólo los tiempos han cambiado y mucho; el avance de la tecnología hoy le permite a toda la sociedad estar mejor informada y enterada de todo lo que está ocurriendo a su alrededor y puede darse una mejor idea de quienes participan en la actividad política y que aspiran a un cargo de elección popular.
La posibilidad de concentrar a todos en un espacio de debate ajustado a ciertas reglas pareciera que podría determinar la intención del voto ciudadano, pero lamentablemente no ocurre así, porque las reglas impuestas para el “debate” ocurren sin mayor compromiso que respetar el tiempo y de un comportamiento de respeto a los demás y punto.
Ninguno de los participantes realmente ganó, pero si hubo un ganador y el gran perdedor volvió a ser el pueblo de México, el país entero, toda su gente; como también el ganador volvió a ser “el sistema” corrupto y podrido desde sus entrañas, que como bestia hambrienta sigue devorando sin piedad a los mexicanos. Porka Miseria.
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