El problema es que los apasionamientos obnubilan los valores de los militantes quienes, sin reparar en ello, se ponen a soltar mierda a diestra y siniestra; no les importa que el contenido sea falso, sea cruel, sea infame, sea vil, lo que les importa es causar daño.
Lo que no entienden es que ellos también salen dañados. A final de cuentas tiran toda esa mierda porque procuran disuadir al que ya tiene decidido votar por el candidato contrario, pero al mismo tiempo intentan persuadir a los indecisos, haciéndoles creer que el candidato de enfrente es lo peor que le pudiera pasar al país. Quien arroja mierda a los demás, se obliga a embarrarse las manos con ella.