Édgar Landa Hernández / Recién concluían los movimientos telúricos en nuestro País, en septiembre pasado, cientos de personas se movilizaban, se unían en pro de los miles de damnificados, presas del desastre natural que hacía mella en todos ellos.
Muchos connacionales se organizaban de una u otra forma para ayudar a los que necesitaban agua, comida y demás utensilios propios para el desarrollo de la vida. Eran los tiempos en donde afloraba el gran sentimiento que nos mantiene erguidos llamado “AMOR”.
Una vez que finalizó este segmento que afectara nuestras vidas, volvimos a caer en lo mismo de siempre: el egoísmo, el orgullo, la soberbia, el odio y la apatía de ver al prójimo como a nosotros mismos.
Ya se nos olvidó el sismo y de nueva cuenta nos lanzamos a la carga, ahora el tema es Las elecciones, y nos empecinamos en descalificar a seguidores de uno u otro partido, en lugar de hacer un frente común que coadyuve al bienestar de todos y no únicamente de unos cuantos.
Y me pregunto ¿es tan difícil dejar aflorar el sentimiento sublime que tenemos dentro de nuestro corazón? ¿Por qué obstinarse en deleitarse por mirar a nuestros semejantes sufriendo si podemos cambiar su semblante con tan solo darle la mano como hermanos que somos? ¿Por qué nos cuesta tanto dar amor?
El amor es tan sublime como sagrado”, es la presencia de Dios en nuestras vidas, el amor trae implícita una integridad incomparable, que hace que cortejes y hasta te enamores de la vida misma.
El gran poder del Amor origina que vivas y osciles con tu inseparable sabiduría, que te recuerda que ¡la vida es únicamente de ida, no hay retorno!, así que más que un deber es un verdadero placer saberla vivir sin prisas y sin contratiempos.
Pero en un mundo en donde el emblema es el poder económico, dejamos que influya en nuestro verdadero ser y nos convertimos en víctimas de un mundo globalizado.
Hoy haz del amor el ejercicio diario que solo tú puedes y eres capaz de dar, el secreto es ser tú mismo. Así que sólo ten espacio y tiempo para amar, no para odiar o disminuir tus poderes llenándote de miedo.