Lo sucedido en Misantla el 22 de marzo, donde un grupo de manifestantes cerró la entrada a la ciudad, protestando en el Día Mundial del Agua, queriéndose hacer oír ante la presencia del presidente Peña Nieto, resultó ser una prueba en la que queda claro que no es fácil mantener el equilibrio en el tema. En primer lugar, hay que llamar la atención a la conducta irresponsable de quienes encabezaron esa manifestación, sobre todo a Álvaro Jiménez García, quienes pusieron en riesgo a mujeres y niños, pues este sujeto sabía que si cerraba la carretera que daba entrada a Misantla los iban a desalojar por la fuerza.
Las primeras pedradas fueron de los manifestantes a los policías, quienes ya estaban usando la fuerza para desalojarlos. En ese momento se debió poner a resguardo a las mujeres y niños, pero no, antes bien los usaron de escudo. De forma incorrecta, la respuesta de algunos policías fue de regresar las pedradas; fue instintivo, júzguelo usted en los vídeos, al final hubo descalabrados de los dos bandos, tanto manifestantes como policías.
Todo se hubiera arreglado si hubiera imperado el diálogo. Pero unos no quisieron librar la vía de comunicación para después dialogar, y los otros tenían la orden de librar la vía de comunicación. El equilibrio no se dio. La autoridad quedó mal ante cierto sector de la sociedad, los manifestantes quedaron mal, los líderes quedaron mal, y al final nadie ganó; y es que no se trataba de ver quien tenía la razón, sino de quién en realidad quería dialogar, y al parecer nadie pudo dialogar.
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