Después de la Cumbre Tajín, recordamos a Roberto Williams

El maestro Armando Ortiz junto al mito del Trueno Viejo inscrito en piedra en la zona arqueológica de El Tajín FOTO: LBP

El maestro Armando Ortiz, quien cubriera para LBP Cumbre Tajín 2018, nos recuerda a su amigo el etnólogo Roberto Williams: «Había compartido muchas cosas con Roberto en nuestros viajes. La dinámica era especial, llevábamos libros y mientras uno manejaba el otro iba leyendo los relatos que explicaban la supremacía del norte sobre el sur. Leíamos también a Borges y algunos cuentos de Édgar Allan Poe. Así se llegó la Primavera del Milenio que se celebró en el Tajín en el año 2000. En esa ocasión Roberto me invitó a ir con él. Yo pensé que ya conocía a Roberto Williams, pero para ese entonces yo todavía ignoraba muchas cosas de él.

»Me llamaba mucho la atención, las reverencias que le hacían a mi amigo a su paso por la zona arqueológica. No entendía, pensé que como ya era una persona de edad las merecía. Esa primera tarde en el Tajín una mujer italiana narraba al público el mito del Trueno Viejo. Roberto se quedó a escucharla con respeto. La mujer hablaba en su relato de siete ancianos. Esta diferencia llamó la atención de Roberto.

»Al terminar la mujer él se dirigió a ella y le preguntó dónde había escuchado esa versión, porque él conocía la de doce truenos. La mujer, arrogante y de manera despectiva le contestó como a un impertinente: “Lo que pasa es hay muchas versiones”. Al día siguiente un vigilante no dejó que metiéramos el vochito blanco de Roberto al estacionamiento. Tuvimos que dejarlo en un lugar más lejos. A la entrada reparé en el mural que hiciera el maestro Teodoro Cano, donde con imágenes en bajo relieve relata el mito del Trueno Viejo.

»Junto a las imágenes está inscrito en piedra el mito y al final la firma de mi amigo: R. Williams. “¿A poco tú lo hiciste?”, le pregunté a Roberto. Me dijo que sí y corrí a llamar al vigilante que no dejó meter el vochito de Roberto al estacionamiento. Henchido de orgullo le dije al policía: “Mire, mi amigo es quien rescató el mito del trueno viejo, y usted no nos dejaba entrar”. Camino a la zona arqueológica me acordé de la italiana que lo había retado y entonces le reclamé: “¿Por qué no le dijiste a la extranjera esa que tú habías rescatado el mito original?”. Roberto siguió de largo y en el camino me dijo: “El mito no es mío, el mito es del pueblo».

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