No somos agoreros de la calamidad ni profetas de la violencia, pero en este medio hemos advertido de las consecuencias que se podrían desatar si el Gobierno Federal se atreve a cometer otro fraude como el ocurrido en 1988, donde espuriamente se colocó a Carlos Salinas de Gortari como presidente constitucional de México. El propio Andrés Manuel López Obrador ha dicho que en esta ocasión no hará nada para detener el descontento popular, en caso que el Gobierno Federal se atreva a robarse la elección.
Y es que, si hay algo que se le agradece a Cuauhtémoc Cárdenas fue precisamente la mesura y civilidad que mostró en 1988 para no convocar al pueblo a tomar las calles. Ya lo hizo también AMLO en el 2006, donde la estrategia fue acampar en las principales avenidas de la Ciudad de México, antes Distrito Federal. Por otro lado, llama la atención que un grupo de connotados ciudadanos e intelectuales, adviertan al TEPJF del inminente fraude que podría confrontar al país. Sólo faltan cuatro meses y es eso es una cantidad de tiempo enorme en el reloj de la democracia mexicana.
Lo que es un hecho es que la posibilidad de un fraude en la elección presidencial es una posibilidad muy latente. Los poderes fácticos están preocupados y tienen razón para estarlo, la campaña de su candidato tricolor no pinta nada bien. Lo que debe considerar el Gobierno Federal es no abusar de la paciencia del pueblo. Un estallamiento social no beneficiará a nadie.
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