Zaira Rosas / Nos encontramos en una etapa delicada, llena de injusticias, de tormentos, muerte, desigualdad y mucha pobreza, con dirigentes que parecen egresados de la escuela del mundo al revés, donde se aprende machismo, codicia y envidia, entre otros males que nos atañen. Pero esta etapa no es nueva, llevamos padeciéndola cada sexenio, porque así lo hemos permitido.
Quizás porque el hambre estrangula las tripas y no deja pensar, o porque en medio del dolor y la angustia nadie es capaz de tomar decisiones, porque cuando se vive sumido en la pobreza cualquier pan o gorra es una ganancia, ¡qué fácil se manipula un país cuando lo tienes tan lastimado!, pero en medio de todas sus desgracias tenemos grandes fortunas, gente que piensa y que quiere cambiar, gente que quiere superarse y crecer y todos ellos también son parte de México.
Trabajo en un espacio donde esa gente llega todos los días, sin querer o por la necesidad que el mundo tiene de ser escuchado, he descubierto grandes historias, personas que buscan hacer una carrera para sentirse realizados, madres que quieren superarse para dar un ejemplo a sus hijos, o padres e hijos que quieren ingresar a una carrera para impulsarse mutuamente, ver su anhelo apremiante de cambiar sus vidas me comprueba que las ganas de algo mejor existen y que somos muchos los mexicanos que buscamos aportar algo bueno a nuestra nación.
Sin embargo, pese a los buenos deseos seguimos repitiendo los mismos errores, creyendo campañas de desprestigio, dejándonos convencer por propuestas vacías y metiéndole el pie a quien progresa por su cuenta. Vivimos culpando a otros de nuestros errores, señalamos como responsables de la tragedia nacional al gobierno pero nos olvidamos de que en más de una ocasión hemos sido partícipes o cómplices, juzgamos y señalamos a otros en vez de apoyarnos y escucharnos para crecer.
Pero el cambio sí es posible y no llega por arte de magia al votar por ya sabes quién, o cambiar de partido, mucho menos votando por el mismo. El cambio inicia con cada uno de nosotros, con acciones pequeñas que repetidas se vuelvan compromisos reales. Por ejemplo, si como mujeres comenzamos a darnos ánimo y a ser solidarias entre sí, reconociendo los éxitos de otras con orgullo y no con envidia. El cambio puede iniciar si abrimos nuestras mentes y aceptamos a otros sin importar su condición social, su género o preferencias sexuales. Comienza cuando no estereotipamos a los demás, cuando permitimos a hombres y mujeres expresarse libremente, disfrutar de su personalidad sea cual sea. Cuando hombres y mujeres trabajamos en conjunto por la equidad de género, por buscar igualdad de oportunidades y dejando atrás los roles de antaño que ceñían a la mujer al hogar y al hombre como único proveedor.
El cambio que queremos llega con información verídica, dejando de esparcir rumores solo porque alguien me lo compartió en Whatsapp o Facebook, el verdadero cambio lee, no sólo revistas de ocasión, lee clásicos, lee más de un medio porque está ávido de verdades, porque analiza críticamente y buscar construir su opinión con base a múltiples puntos de vista. El cambio es empático, no importa su origen, entiende que hay quienes tienen más oportunidades que otros y si es de los afortunados con más acceso a servicios y preparación comparte su conocimiento con otras personas.
El cambio que podemos construir todos los días no es conformista, no se detiene, no hace buenas acciones una vez al año, se compromete y genera impacto, un impacto que replica en otros. El cambio que México necesita pone en alto sus raíces y cultura, no las humilla, no es hipócrita, pero sí es solidario, sin pensarlo ayuda desinteresadamente y sólo así todos juntos progresamos.
¿Estás harto de la inseguridad? ¿Te tiene cansado la desinformación? ¿Quieres un país mejor? ¿Quieres acabar con la corrupción? ¡Yo también!, ¡Comencemos a hacer algo!, quejarnos detrás del ordenador no va a cambiar nada, pero sí lo hará si desde hoy inculcamos valores y educamos debidamente a quienes pueden dirigirnos mañana, si desde hoy ponemos más atención a nuestros jóvenes para que no caigan en las redes de violencia, si nos comprometemos con nuestro entorno y dejamos de responsabilizar de nuestras obligaciones a otros. El cambio no es un partido, el cambio está en ti.
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