Cuando una persona externa su opinión de manera pública, está sujeta a la crítica de los demás. Por supuesto, es de esperarse que la opinión de dicha persona esté sustentada en argumentos sólidos o en un punto de vista honesto; de la crítica se espera lo mismo, argumentos y honestidad.
Pero si la crítica sale de las vísceras, de sujetos dominados por sus pasiones, de aquellos que asumen que, porque no se piensa igual que ellos, hay intereses ocultos, favores o hasta dinero de por medio, entonces lo mejor es guardar silencio. Lo triste de todo esto es que uno espera críticas viscerales de ese grupo que forma el 75 por ciento de usuarios de las redes que son por demás imbéciles, pero cuando esa crítica viene de alguien con estudios universitarios, con sólida formación cultural, entonces preocupa.
Hay entre las personas pensantes un resentimiento que crece, crece porque las cosas no resultan como las plantean sus ideales; entonces vuelcan ese resentimiento sobre los demás, asumiendo que ésos, que aparentemente no actúan acorde con sus ideales, tienen la culpa.
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