La Universidad Veracruzana exige en su Código de ética que los alumnos respeten «los saberes, las lenguas, las opiniones, pensamientos y creencias de los demás integrantes de la comunidad universitaria y las personas y grupos sociales con quienes se vinculan», pero la Rectoría no mostró respeto a las opiniones y pensamientos de un grupo de investigadores que estaban haciendo un llamado de atención para estar alerta. Sara Ladrón, o es muy ingenua o demasiado obtusa, que no entiende que el deslinde que hiciera de los resultados del proyecto “UV como constructora de paz: alternativas a las violencias en Veracruz” significa invalidar a sus propios investigadores; significa restarles credibilidad, significa pasar por encima de su dignidad.
Pero no es la primera vez que se ve esa incongruencia en Sara Ladrón. Todos recordamos que, en el sexenio de Javier Duarte, a unas horas de las elecciones federales de 2015, unos jóvenes, entre los que se encontraban estudiantes de la Universidad Veracruzana, fueron masacrados por sujetos enviados por el propio gobierno. La sociedad civil fue la primera que exigió justicia, después fue la comunidad universitaria.
No obstante, pasaron los días, las semanas y ya demasiado tarde Sara Ladrón lanzó un tibio comunicado donde exigía justicia para estos jóvenes masacrados; ¡cómo caramba iba a reclamar al gobierno de Javier Duarte, si su esposa muy amable la invitaba a tomar café en Casa Veracruz!
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