La crisis de la recta final

Momento de la descalificación del marchista Bernando Segura en los juegos olímpicos de Sidney 2000 FOTO: WEB
- en Opinión

Jesús J. Castañeda Nevárez / Sucedió en los Juegos Olímpicos de Sidney 2000, en los 20 kilómetros de caminata, justa en la que durante la mayor parte de la ruta hubo un competidor que punteó y finalmente cruzó con los brazos en alto la línea de meta primero que todos, más no en primer lugar.

Habían transcurrido ya 11 minutos desde el momento de cruzar la línea de llegada y mientras se encontraba en conversación telefónica con el Presidente Ernesto Zedillo quien lo felicitaba al aire en la televisión abierta, cuando llegó un hombre de traje y con el distintivo de Juez en el brazo y con una tarjeta roja en la mano le indicó que “estaba descalificado”.

Bernardo Segura, el atleta que en ese momento mantenía las esperanzas de todo México para conseguir una medalla de oro, había cometido tres graves errores que no pasaron desapercibidos para los árbitros de la contienda. Ya le habían “avisado” de su descalificación, pero el hombre los ignoró y continuó su marcha, muy seguro de merecer el triunfo.

La desilusión fue mayúscula; todo el país se levantó de sus asientos incrédulo y enseguida se desató una fuerte desaprobación por lo que se consideró una gran injusticia. Pero el golpe ya estaba dado y el que se sentía seguro ganador, se quedó con las manos vacías.

La responsabilidad o la culpa sólo tuvo un nombre: Bernardo Segura. Porque ni el entrenador ni los auxiliares médicos, ni la Federación, ni el COI, ni los aficionados a la disciplina, como tampoco todos los simples espectadores que siguieron minuto a minuto el desarrollo de ese evento, nadie cometió los errores que le evitaron subir al podio de los triunfadores. Sólo él se equivocó.

Por eso se fortalece todo el tiempo el popular dicho: “del plato a la boca, se cae la sopa”.

En éste momento hay otra disciplina semejante en la cual ha destacado un personaje que ha competido ya en 2 ocasiones en las que ha perdido por una nariz, generando grandes inconformidades e impugnaciones que no prosperaron.

Está ahora en su tercer y último intento de alcanzar la tan anhelada victoria y como no ha dejado de entrenar pareciera ser el hombre que aventaja en todos los sentidos a los demás contendientes.

La ruta la ha marcado siempre en punta. Los demás se esfuerzan por disputar el segundo y tercer lugar, pero sus posibilidades parecen lejanas, salvo que el puntero cometa errores y sufra una descalificación en la recta final y quede fuera del pódium.

Las tarjetas preventivas ya comenzaron a asomarse y la mirada crítica se afirma en lo que hace y dice el puntero porque es el enemigo a vencer y por los eventos anteriores todos saben que es vulnerable.

Napoleón Gómez Urrutia??? El público se pone de pie sorprendido del tropiezo; pareciera que el puntero se siente tan, pero tan seguro del triunfo que se da el lujo de tirarse a la hamaca y marcar un grave desprecio a todos los que han trabajado muy de cerca y con la camiseta puesta, esperando celebrar juntos el triunfo, pero al parecer estos no tienen “el perfil” y por esa razón se trae uno casi “fuereño” y con un negro historial.

Pereciera que inicia la recta final y en automático la ruta crítica en la que el peor enemigo de ya saben quién es justamente él mismo, porque los demás nombres de su lista también tienen características que suenan a una mala broma, como pretender convencer al electorado que hacer una “cuauhtemiña” es igual que gobernar un estado.

Cada quien se decepciona como quiere, pero la lista de los “listos” no parece ayudar mucho en el momento crucial de la contienda, de manera que, si otra vez el resultado no es el esperado, ya sabrán a quien culpar. Es mi pienso.

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